En los años ochenta, cuando el glam metal dominaba la escena de Los Ángeles, surgió una banda que convirtió el exceso en su marca registrada: Poison. Formada en 1983 en Pensilvania y consolidada en California con Bret Michaels al frente, el grupo rápidamente se posicionó como uno de los estandartes del rock festivo y desbordado de esa década.
Su álbum debut, Look What the Cat Dragged In (1986), fue un golpe directo a la cultura MTV, gracias a su imagen llamativa, maquillaje estridente y una actitud que combinaba irreverencia y sensualidad. Canciones como “Talk Dirty to Me” y “I Want Action” los pusieron en el mapa, pero el verdadero salto llegó con su segundo disco, Open Up and Say… Ahh! (1988), que les dio éxitos inmortales como “Nothin’ but a Good Time” y la balada “Every Rose Has Its Thorn”, la cual se convirtió en número uno en Billboard.
Durante la década siguiente, Poison siguió girando por el mundo, vendiendo millones de discos y consolidándose como uno de los nombres imprescindibles del glam metal. Su estilo era la combinación perfecta entre espectáculo, fiesta y un rock tan accesible como pegajoso.
Con la llegada de los noventa y el auge del grunge, el brillo de Poison se apagó en parte, pero su influencia nunca desapareció. A pesar de cambios en la alineación, polémicas internas y los altibajos propios de la industria, la banda logró mantenerse activa, regresando a los escenarios con fuerza a partir de los 2000.
Hoy, Poison sigue siendo sinónimo de diversión y exceso en el rock. Cada vez que suenan himnos como “Unskinny Bop” o “Every Rose Has Its Thorn”, se recuerda una época donde la fiesta parecía no tener fin y donde Poison, con su veneno glam, marcó para siempre a una generación.
Disfruta Nothin’ But A Good Time : https://www.youtube.com/watch?v=_88L-CU7PD4
