Gustavo Cerati, el icónico líder de Soda Stereo, fue una figura que trascendió la música gracias a una compleja mezcla de genialidad artística y excentricidades personales. Lejos de la imagen pública de rockstar, el artista argentino cultivó un halo de misterio que revelaba un hombre de grandes talentos y notables contradicciones.
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El Culto a la Intimidad y la Distancia: A pesar de su fama continental, Cerati era intensamente reservado. Valoraba su intimidad casi como un «ermitaño», especialmente al hablar de su familia. Esta discreción extrema contrastaba con su carisma en el escenario, creando una dualidad constante. Excompañeros de banda lo describieron como un hombre «distante» y «egocéntrico», cualidades que, para muchos, son inherentes al genio creativo.
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El Método de Composición y la Inseguridad Lírica: En su proceso creativo, Cerati tenía una peculiar jerarquía: la melodía siempre iba primero. Las letras, a menudo inspiradas en la fantasía o «sampleadas» de frases de libros y prensa, se acoplaban después. Esta aproximación denotaba una curiosa inseguridad en su faceta de letrista, a pesar de que sus canciones se volvieron poesía para el rock latino.
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El Vicio y la Expresión Artística: Cerati fue un fumador empedernido. Tras sufrir una tromboflebitis en 2006, inmortalizó su lucha contra el vicio en el videoclip de «Crimen», donde se le ve fumando el que simbólicamente sería su último cigarrillo. Este gesto fue un ejemplo de cómo sus batallas personales se convertían en poderosas declaraciones artísticas.
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Detalles Íntimos en la Obra: Entre las anécdotas más íntimas, se destaca su decisión de ser zurdo tocando como diestro, y el uso de la tecnología para fusionar su vida familiar con la música. En la canción «Pulsar» del álbum Bocanada, Cerati incluyó una grabación de los latidos del corazón de su hijo, Benito, grabados durante una ecografía, un detalle profundamente personal que demostraba la constante experimentación que lo mantuvo a la vanguardia del rock en español.










