Por Andrea Peña
Dentro de las tradiciones mexicanas, en el Día de Muertos se coloca la tradicional ofrenda, dónde no pueden faltar las calaveras de azúcar que recuerdan los rituales que se hacían con huesos humanos.
Esta forma de rendir homenaje a los muertos se llevó a cabo desde la época prehispánica, dónde en los altares recibían a los muertos que regresaban del Mictlán y se colocaban los cráneos “que simbolizaban el término” de un ciclo.
Sin embargo, la llegada de los españoles y la colonización causaron que algunos rituales prehispánicos se prohibieran, o bien, se modificaran, por no ser compatibles con la religión católica que profesaban los conquistadores.
Uno de esos rituales que escandalizaron a los recién llegados fue el de los cráneos humanos, los cuales se preservaban y colocaban en los altares que recordaban la extensión de la vida y el regreso del Mictlán.
Por ello, para combatir el uso de huesos humanos se comenzaron a fabricar réplicas que eran elaboradas con azúcar. Han permanecido desde hace generaciones como uno de los artículos más socorridos en el marco de la festividad de Día de Muertos.
Las calaveras de azúcar son parte de las ofrendas que se colocan en la mayoría de los hogares mexicanos para quienes, se cree, regresan del otro mundo a degustar todo lo que en vida disfrutaron.