Por Ana Karen García Feregrino
El hombre por esencia tiene la necesidad de identificar rasgos de identidad, lo que fortalece su espíritu; le da la seguridad de saber de dónde viene y a dónde va. Si hablar del presente es difícil, el tener que investigar las cosas que ya han sucedido es mucho más complicado de lo que podríamos pensar, y sobre todo determinar criterios y puntos de vista; porque cada individuo explica los hechos desde su sentimiento, formación o capacidad de interpretación.
LA IMPORTANCIA DE LAS HACIENDAS EN QUERÉTARO
Para fortalecer nuestras raíces culturales se necesita de un pueblo que a través de sus individuos haga memoria histórica, ya que somos riquísimos en acontecimientos que bien nos pueden dar identidad. Sin embargo, pasa que muchos de nosotros, no conocemos o no estamos conscientes de lo que ha sucedido en los diferentes pasajes de la historia que han forjado a Querétaro. Uno de ellos es precisamente la época de los hacendados, particularmente importante debido a que las haciendas queretanas son las más antiguas que se establecieron en el país, debiéndose en primer lugar porque el Estado de Querétaro, al estar ubicado en la zona centro de la República Mexicana, reunía todas las condiciones geográficas (era la ruta de la plata hacia la ciudad de México), económicas, climatológicas, demográficas, para que se establecieran enormes haciendas y estancias de ganado desde la primera etapa de la colonia, que terminó con la caída en el precio de la plata (Chevalier, 1976, Urquiola, 1989).
Un ejemplo de las haciendas más antiguas del Estado es (por citar alguna), la Hacienda La D. Finca ubicada hacia el Sur de Pedro Escobedo, a una distancia de 7 km de la Cabecera Municipal y a 36 km de la Capital del Estado. En el Archivo Histórico de la Ciudad de Querétaro existe un contrato de compra- venta celebrado ante el escribano público Francisco de Urquiza, el 15 de diciembre de 1648, de la hacienda de “Escolástica” como colindante de la hacienda de “La D”, también llamada “Santa Bárbara”, se desconoce la fecha exacta del inicio de su construcción.
Otra razón de importancia es que los grupos de hacendados ocupaban un lugar fundamental en la toma de decisiones, a todos los niveles. Pues al parecer la estructura de la hacienda se mantenía inmutable, gracias a que los mayores ingresos del Estado provenían de las haciendas (Fortson, 1987). Esta situación se mantuvo hasta la década de los 30s, cuando el Reparto Agrario –entre 1936 y 1943- transformó, radicalmente, la organización imperante hasta ese momento.
ORÍGENES DE LA HACIENDA
En sus inicios la palabra Hacienda a diferencia de la Estancia, se refería al capital incorporado a la tierra. En el siglo XVII significaba haber o riqueza personal en general, después se aplicó para designar una propiedad territorial de importancia, ya que podía exhibirse orgullosamente como propiedad de una familia, siendo la riqueza más prestigiada. Tanto así que en Nueva España, pasó a ser la unidad económica por excelencia; convirtiéndose en una unidad autosuficiente que atrajo población de indios, y otra población dispersa, que se fue asentando también en las haciendas; mantuvo servicios religiosos y aprovisionamiento seguro.
También en ese mismo siglo, se les denominaba propiedad rural. La razón de ello es que las haciendas solían agrupar las caballerías de cultivo junto con las Estancias ganaderas en grandes unidades territoriales, ocupando un lugar importante en el Virreinato. La palabra Estancia y Caballería designaban únicamente medidas de tierra (1750, 780 y 43 ha.), así también las grandes propiedades tendían a formar unidades económicas semiindependientes y nuevas comunidades rurales.
Su evolución se completa como tal hasta el siglo XVIII, precisamente en la Edad de Oro de las Haciendas Mexicanas. A partir de ahí, al estar la hacienda, ya en manos de particulares, ya en manos de órdenes religiosas, dominaría por siglos el paisaje de la producción agropecuaria del país.