Escribe:-Edilzar Castillo
Terminé mi examen de Taller de lectura y redacción, unos minutos después de las once de la mañana, no quería regresar temprano a casa, donde me aguardaba un interrogatorio sobre mis estudios; sabía del lago, donde recién habían instalado un servicio de renta de lanchas, ¿porque no ir a conocer?, por el celular avisé a los compañeros, quienes aún no salían del citado examen.
Soplaba un viento fresco a mi paso por aquel andador, donde se ubicaba el pequeño muele, Abril decoraba los árboles y las plantas con bellos colores y trinos. Alquilé una pequeña lancha, entre semana a esa hora había poca gente, sólo unas cuantos navegantes se reflejan sobre las aguas verdosas, remé despacio, aprecié el paisaje, sin querer, alcancé aquel sitio poblado de árboles de sauz, en donde también hay unas bancas bajo la fresca sombra iluminada de la quietud del lago. Ahí estaba ella, la vi de pronto, tal vez por el contraste de su delgada y blanca imagen con el espejo callado de las aguas. Estaba sentada, leía un libro, de pastas rojas, absorta en los sueños de su autor, me llamó la atención su chamarra blanca, sus cabellos largos y oscuros, no podía quitar la mirada de su figura, por eso fui a estrellarme contra el viejo tronco de un sauce sumergido. Se oyó un ruido seco, gracias a eso, alzó los ojos, sutilmente movió la cabeza en forma desaprobatoria, tal vez pensó, pobre tonto. Me sentí abochornado, como pude, reanudé la marcha, la vi de reojo, y le sonreí, ella mostró la mayor indiferencia y volvió a la lectura.
-Invítala a remar-, -va aceptar-, mejor no, -a lo mejor no acepta-, – anda háblale, pero se ve muy fina, y ¿si está esperando a su novio?, y, ¿si la dejó plantada y está esperando algún decidido?, no te rindas, -vamos, al ataque-.
Acerqué lentamente la lanchita, hasta cubrir con ella su reflejo, me detuve atrevido, la vi, respiré hondo y dije: La invito a remar, No me hizo caso, ni siquiera me vio. Le prometo no distraerla, mientras usted lee, yo remo, verá, es muy agradable. Hoy tuve examen de cálculo de probabilidades, estudio ingeniería en el campo cuatro de la UNAM, me llamo Francisco, si quiere yo leo y usted rema, ¿sabe remar? Iban a venir mis amigos de la facultad, pero ya ve. Todos mis argumentos eran ciertos, menos lo de la facultad de ingeniería, pues en realidad estoy terminando mi prepa, en un Instituto de Cuautitlán Izcalli. Por fin levantó la cara, me vio de abajo a arriba mi atuendo estudiantil, mezclilla, tenis, playera, miró mis ojos, yo temblaba por dentro, esperando su veredicto; cerro el libro se puso de pie, no dije nada, pensé ya se va. Está bien piloto, vamos a remar, ofrecí mi mano, se acomodó, yo percibí su sutil fragancia de violetas, sentí algo de frio, nos bamboleamos un poco, abrió su libro para viajar en él, pude leer el título Altazor, Vicente Huidobro.
Ya veremos, ya veremos, mira nada más, es toda una belleza, ni en sueños había visto algo así, sus manos, su cuello su rostro, sus labios, su enigmático rostro, llévala atrás de la isleta y bésala
Me sentía feliz, si me vieran mis amigos, la envidia sería grande, pero, si no vinieron es mejor, me gritarían de leperadas, ya los conozco. -Si quiere puedo ir más rápido-, a ella le dio lo mismo, sólo encogió los hombros. Empecé a remar con más fuerza, por esa insensatez, sin querer golpee el agua sin control y la salpiqué, -ya lo arruinaste-, -Perdóneme-, he sido un torpe, tendré más cuidado, ¿fue sin querer?, ella pregunto, ¿sabes nadar?, abrió su bolsa, extrajo un pañuelo y se secó la cara, sin sonrisa, luego el libro, sacudió su chamarra, yo estúpidamente, sólo dije, ¿se mojó?, Cerró un poco los ojos. Volvió a su lectura, creo lo hacía a propósito. El cielo empezó a nublarse, el viento hacía ondear sus largos cabellos, llegamos al punto estratégico, imaginado por mí; cerro el libro, y volvió a decir, ¿de veras no sabes nadar?, entonces no te alejes mucho de la orilla, no hice caso, nos detuvimos, me aproximé, ella se sintió incomoda, dijo, ¿me haces un favor?, -claro, por supuesto-, ¿ves esa rosa roja y grande?, ¿podrías traérmela? acerqué el vehículo a la isleta, -la cortas con tallo largo, -si la traes te daré un premio-, de un brinco bajé, pase al lado de un gran letrero: “Prohibido el paso, quien desembarque será consignado a la autoridad, Algunos gansos armaron gran algarabía con mi presencia, seguro me consignarán, pero vale la pena, yo le daré la rosa y ella me dará un beso, seguro es un beso, llegué al rosal, corté, no solo una, todo un ramo, me espiné, pero no sentía dolor. Por fin volvía triunfante, al llegar a la orilla de la isleta, pensé, acaso me extravié?, pues ella ya no estaba, la busque con ojos desesperados, entonces la pude ver a lo lejos, remar hacia la orilla, llevaba un sonrisa, quise gritarle, pero ni siquiera conocía su nombre, llegó al embarcadero, se bajó, levantó la mano para decirme adiós, se perdió como girón de niebla, caminando o levitando, no sé, por aquel andador. Mis dedos heridos, las ropas desgarradas, inmóvil, mi corazón acelerado, mi piel erizada, helada, ¿pero y la flor, tal vez en verdad la necesita ahí donde habita? La policía llegó me acomodé en la lancha de la patrulla policiaca; las flores, las arrojé al lago de los lirios, al llegar al embarcadero, el encargado de las lanchas exclamó, ¿la otra lancha llegó sola? No hice caso, En mi cabeza, sólo se repetía una y otra vez, te daré un premio, te daré un premio, te daré un premio…