Por Diego Mercado.
En política, es común que cómo todo en esta vida, haya momentos de luz y alegría y otros más dónde no haya tanto de esto último.
Es común que te emociones por iniciativas, eventos o acciones, es común que comulgues con personas que tal vez no conozcas de hace tiempo o que incluso acabas de conocer. Es común que te llenen tanto la cabeza de pensamientos y escenarios todos positivos. Es común que a través de la política encuentres un sentido y un rumbo para tu vida, es fácil entender que la vocación real de servicio existe y es ahí en dónde el quehacer público enamora a los que creemos en él como el instrumento, un modus vivendi.
Pero también es probable que te preguntes muchas veces, cuando no hay luz ni alegría, ¿Qué estoy haciendo aquí? Cómo joven, te vas a preguntar si vale la pena seguir en esto.
Te lo vas a preguntar porque tarde que temprano va a llegar a ti esa duda que se alimenta de varios factores, porque has dejado de luchar por tus objetivos por falta de tiempo, de recursos o factores externos. Te lo vas a preguntar porque tal vez no estás en el lugar en dónde quisieras estar, te lo vas a preguntar porque no siempre lograrás lo que quieres, cuando quieres y en el espacio dónde quieres. Te lo vas a preguntar porque verás cosas que no te gustan, actitudes que no te convencen. Te lo vas a preguntar porque nada es perfecto pero si perfectible y es ahí cuando llega la pregunta, pero ¿Qué hacer cuando ese pensamiento se vuelve un tema importante en el día a día?
La duda llega porque la realidad, es que has aparcado tus sueños porque tu cabeza ha generado excusas que han ganado la batalla a tu fuerza de voluntad, la pregunta llega porque te deja de representar aquello que tanto te diferenciaba de los demás. Porque ya no te sientes cómodo, no se siente la confianza ni el amor a lo que haces. Y es aquí más que nunca, cuando no podemos tirar la toalla.
No sólo porque México nos necesita, necesita nuestro trabajo, no podemos tirar la toalla porque dejamos de confiar en alguien, en un partido o en sus liderazgos, tenemos que regresar al origen, volver a hacer ese ejercicio de reflexión sincero y recordarnos porque estamos aquí, porqué entramos a esto, y preguntarnos, ¿Qué podemos hacer aquí? Vale la pena volver a creer en alguien o en algo, en un proyecto o en una persona. Y la respuesta es sí, si vale la pena, no podemos dejar de avanzar, tenemos que sacar fuerzas y con el conocimiento y las enseñanzas que nos ha dejado nuestro caminar, volver a creer, creer en alguien que puede mejorar las situaciones cotidianas, creer en alguien que puede brindar un mejor servicio a la gente, velar por el interés general del pueblo, generar felicidad, poner el ejemplo, hacer buen gobierno, terminar con las malas prácticas, creer en algo que puede ser la respuesta a todas las preguntas que en lo colectivo y en lo personal se escuchan todos los días. Y esa persona en la que debemos volver a creer está en nosotros, debemos de creer en nosotros, de convencernos para convencer, de ser para hacer y de querer lograr para avanzar.
No podemos tirar la toalla, porque nadie hará por nosotros, lo que nosotros no hagamos por nosotros mismos. Dentro, o fuera de la política.