Por El Hombre de Negro
Steven Tyler, la icónica voz y rostro de Aerosmith, no solo es reconocido por su potente rango vocal y presencia escénica, sino también por su gran boca, una característica que lo ha convertido en una figura inconfundible del rock. Sin embargo, esa misma seña física que hoy lo distingue fue, durante su infancia, motivo de burla, inseguridad y trauma.
Nacido como Steven Victor Tallarico, el cantante enfrentó una niñez marcada por el acoso escolar. En diversas entrevistas, ha confesado que su boca —grande, prominente, y muy expresiva— fue objeto constante de mofas y apodos crueles. Le llamaban cosas como “boca de rana” o “boca de caballo”, y no faltaban los comentarios hirientes que lo hacían sentir fuera de lugar.
Estas experiencias afectaron su autoestima y percepción corporal durante años. Pero con el tiempo, Tyler logró transformar esa inseguridad en una poderosa herramienta de identidad. Su boca, que de niño le generaba rechazo, se convirtió en su marca registrada: un símbolo de fuerza, sensualidad y rebeldía escénica. La usa para gritar, cantar, besar el micrófono y morder la vida con cada acorde.
Hoy, a sus más de 70 años, Steven Tyler no solo es una leyenda viva del rock, sino también un ejemplo de cómo convertir el dolor del pasado en una fuerza arrolladora sobre el escenario.