Por. Mario Alberto Hernández
La semana pasada la Transparencia Internacional y Transparencia México que son parte de una ONG Internacional que investiga los niveles de corrupción en el mundo, presentaron su evaluación anual 2022 en la que destacó que México es el país más corrupto de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) y el segundo peor —sólo detrás de Rusia— de los miembros de las 20 economías más grandes del mundo (G20), en el Índice de Percepción de Corrupción (IPC) 2022.
Esto no es noticia ya que por tercer año consecutivo seguimos en el mismo, último lugar.
Estos datos ya son alarmantes, si; pero son más una consecuencia que una causa. El actual Gobierno abanderó su cruzada electoral con la promesa de abatir éste flagelo, sin embargo, los resultados saltan a la vista y no sólo no se ha abatido, sino que además, se ha incrementado y casi institucionalizado.
Todos los días en los noticieros, vemos efectos de la corrupción, casos estridentes como el de Odebrecht o SEGALMEX; pero hay un tipo de corrupción que nos afecta cada día, me refiero a que en nuestro cotidiano tenemos actos que van desde pagarle al franelero para cuidar nuestro vehículo hasta cosas como pagarle al policía para que no nos sancione con una multa y nos deje ir; en realidad estos actos tienen una intención detrás: que no le pase nada a nuestro auto y que nos ahorremos tiempo y dinero en el segundo caso; pero si vamos más atrás, simplemente alguien no hace su trabajo y el efecto deja una imperfección de mercado –permítame el lenguaje económico- que se subsana con corrupción.
En mayo del año pasado el INEGI publicó un estudio donde valoró el costo de la corrupción y se calculó en 9,500 millones de pesos anuales (2021), esto es que por ciudadano pagamos $3,044.00 pesos en gastos de corrupción ¿qué haría usted con un bono anual de este monto y que le llegue de la nada?
El problema de la corrupción no se acaba por el arribo de tal o cual personaje ni por decreto ni por centralizar el poder, compras, procesos o aumentar penas; mucho menos es un tema de ideología.
Junto a la corrupción vive la impunidad, este tema es imprescindible que se ataque para lograr un cambio en la cultura de todos los mexicanos, porque al ver que estos casos desde los más pequeños hasta los más estridentes, se denuncian, procesan y castigan –en ese orden- vemos cambios significativos en el comportamiento desde el nivel más coloquial hasta el más alto en la política y en los negocios.
Si usted es de los que dice que no participa en la corrupción, felicidades; sólo le recuerdo que consentirla, no denunciarla o voltearse, es participar en ella también.
No estoy tan seguro de que el Señor Peña Nieto, se haya equivocado del todo al decir que la corrupción es parte de la cultura de los mexicanos, quizás no se equivocó del todo lo vemos como un acto cotidiano y cuando vemos en las noticias tantos y tan variados casos que no sólo cuestan dinero sino quizás vidas y no exigimos cuentas a las autoridades, lo vamos normalizando y haciendo parte de nuestra cultura.
Así se pulverizan las leyes y se arriba al estado fallido ¿Usted qué opina?