Joaquín Antonio Quiroz Carranza
Un ejemplo claro y reciente de la hegemonía del oligopolio médico farmacéutico fue la denominada pandemia del Covid-19, cuyo manejo mediático financiado por los grandes consorcios farmacéuticos y coordinado por la Organización Mundial de la Salud obligó al todo el mundo a restringir la movilidad, guardar la llamada “sana” distancia, utilizar el cubrebocas, el gel, los tapetes y otros artilugios, y acudir “voluntariamente” a recibir las múltiples dosis de la vacuna, lo anterior sin considerar la afectación económica sobre las poblaciones y los efectos secundarios negativos de las vacunas. El resultado más evidente del manejo de la pandemia por las farmacéuticas es la mayor concentración de riqueza en estas empresas trasnacionales que se tiene registrado.
El miedo exacerbado es el principal elemento para el control del comportamiento humano, y de ello se encargaron todos los medios de información: radio, televisión, internet, prensa, etc. Al grado de que se creó una histeria colectiva. De repente la pandemia se acabó y ahora el problema es la guerra Ucrania-Rusia, cualquier mente crítica podría preguntarse ¿sí la pandemia es tan grave y las condiciones de guerra someten a las poblaciones a situaciones de precariedad, hacinamiento y demás condiciones de riesgo, porque no se incrementan los contagios en esa zona del mundo?
En México se acabó el conteo futbolístico de los contagios y fallecimientos, ahora la novedad es la carrera de los precandidatos a la silla presidencial, si quisiéramos probar una hipótesis sobre la veracidad de la desinformación que pulula en los medios, bastaría con apagar por unas semanas toda fuente de información: televisión, radio, internet, prensa, que la audiencia sea cero, que los locutores se hablen a sí mismos, que los medios terminen en un soliloquio. Que le apliquemos sana distancia a los medios de desinformación, que desinfectemos la mente, que nos limpiemos el cuerpo de tanta basura electrónica, que nos vacunemos contra la mentira y que nos esforcemos por recuperar la salud pérdida. En vez de noticieros, twitter, instagram, Facebook, youtube, influencers, etc, recuperemos los besos y los abrazos, las visitas, las charlas de sobremesa, las caminatas por el parque tomados de las manos escuchando al viento, a los pájaros, mirando el atardecer, disfrutando una taza de café en la casa con la familia, los amigos, los vecinos.
La recuperación de la salud perdida no depende de los grandes o medianos hospitales, del equipamiento de las clínicas, de que haya especialistas o médicos importados, NO, depende de que cada individuo se ame a sí mismo y sea capaz de amar al prójimo, que limpiemos el cuerpo, la mente y el alma de tanta basura comercial, de tanto odio, egoísmo, avaricia, individualismo, consumismo. El amor, aunque suene a cursilería es el arma más poderosa, más potente, más indestructible.