Los Cuchumatanes agrestes montañas de Guatemala, lo ven nacer, recoge de la sierra toda la lluvia pródiga, reposando por Cuilco, entra a mi país, justo en Amatenango el pequeño viene descendiendo vertiginoso sobre las laderas, se ve como un cachorro jugueteando. Así se posa en esa playa, inmensa de arena, complaciente, lo recibe con cariño en el regazo de otro arroyuelo quien viene del Malé; Juntos se adentran por el centro de la región, a su paso recibe el tributo de pequeños ríos los cuales humedecen la sierra, de tal manera que cuando llega a Chiapa de Corzo ya es un rio grande, caudaloso, después, se esconde entre grandes montañas y crea la maravilla: Cañón del Sumidero.
Buscando el aposento del mar, ingresa a Tabasco, enorme y en aparente calma, contenido en Presas, transforma su bondad en eléctrica energía, ilumina; más, esas grandes cortinas contienen millones de litros de agua, algún día tenían que desbordarse.
Allá abajo, en la margen del rio, por años vivió el pueblo, su gente en total armonía con él, lo veía como hermano, como parte de su propia vida.
De pronto, un día llegaron esas personas desconocidas, deben desalojar el pueblo, al abrir las compuertas de la presa todo se va a inundar, las milpas, la escuela, la iglesia y hasta el camposanto. Pero debían salirse porque eso era el progreso y era para su bienestar, no debían de preocuparse pues los iban reubicar en un lugar mejor (promesas) un pueblo nuevo, que ya tenían preparado allá arriba del cerro.
Ahora, la gente cada año llega en canoa a visitar a sus muertos, se colocan sobre donde ellos creen que está el cementerio inundado, tratan de adivinar donde están sus muertos, y entonces, arrojan las flores al agua.
Edilzar Castillo.