Por Luisa Leticia Pérez Medina
El clic no suena solo en el celular, suena en el cuerpo: acelera el corazón, contrae el cuello y tensa la espalda. No es una exageración… es el sistema nervioso en alerta. Y no por un tigre en la selva, sino por un mensaje que aún no llega. Vivimos hipervigilantes, hiperconectados e irónicamente, cada vez más desconectados.
La Ley Kuri, recién aprobada en Querétaro, traza una línea firme: celulares fuera del aula, redes sociales después de los 14, sanciones claras contra la violencia digital. Pero que exista la ley no garantiza el cambio. Porque la hiperconexión no nace en la escuela, se alimenta en la sobremesa, se vuelve hábito en la fila del súper, en el baño y en la cama. Queremos proteger a los niños mientras dormimos abrazados al celular.
RECONOCER duele, pero es urgente. Normar el entorno escolar es un buen inicio, pero el verdadero cambio comienza en el hogar, con acciones simples y potentes: zonas libres de dispositivos, comidas con conversación, trayectos sin pantallas, no para prohibir, sino para guiar, para decir, sin palabras, con el ejemplo, que estar conectados está bien y desconectarse también, en equilibrio, para no perder el rumbo.
En Querétaro ya se trazó la línea legal, pero la ley es apenas el mapa. El reto es encarnarla, porque sí, las leyes protegen, pero los actos cotidianos son los que verdaderamente transforman. Equilibrar tecnología y humanidad no es una lucha: es un arte que se aprende cada día, clic a clic y mirada a mirada.
Agradezco profundamente a Karla Rosillo por abrir espacio a esta reflexión en Bitácora Diario, y a Martín García por motivarme a escribir.
Soy Luisa Leticia Pérez Medina, instructora en ICATEQ Plantel San Juan del Río. Desde la Informática, impulsamos procesos de capacitación que conectan el uso de la tecnología con la construcción de una ciudadanía digital responsable.