Ni guerra de sexos, ni culpables certificados, ni iluminados con frases de Pinterest. Esta columna no busca castigar a nadie. El cuerpo cosificado no es tragedia ni accidente: es estrategia. Una que ejecutan marcas, influencers y desconocidos con WiFi.
Y no estamos hablando en abstracto. En 2016, la artista Whitney Bell montó una exposición con más de 150 fotos de genitales que recibió sin pedirlos. La llamó I Didn’t Ask For This (Yo no lo pedí). No fue arte conceptual: fue espejo. Uno muy incómodo, que grita lo que muchos ya normalizan con aplausos y emojis.
Todo pasa con un clic, se puede cruzar de la insinuación al hostigamiento, de deseo a delito.
Es momento de tomar un respiro, porque hablar de esto incomoda, nos espejea más de lo que quisiéramos. Ouch.
Quizá se trata de inercia; entre comerciales, videoclips y algoritmos. La forma en que observamos y somos observados —eso que algunos nombran male gaze y female gaze— no es neutra y tampoco es simple. Y merece su propia entrega y su propia columna. Porque ahí también hay trampa, repetición, espejismo, mercado que no justifica, pero explica.
Y no, no es lo mismo coquetear que invadir. Entramos a un terreno con implicaciones jurídicas: cyberflashing, nombre que se da al envío no solicitado de imágenes sexuales a través de medios digitales.
Reconocer eso puede doler, puede indignar o puede abrazarse hasta conciliar. Cuestiona incluso lo que creemos disruptivo. ¿Es rebeldía o estrategia de marca? ¿Estamos rompiendo el molde o simplemente usando uno nuevo… pero en dorado?¿Y cómo es que una charla puede terminar en un delito?, esto es solo un roce a un tema profundo y no se resuelve en una sola columna, es un degustar lento, lleno de cuestionamientos que se estarán abordando poco a poco, en pequeños sorbos para sentir las diferentes notas, cada martes habrá un maridaje especial entretejido con lo escrito, lo que tú piensas, sientes y te atreves a compartir.
A mí también se me cruzan las preguntas, se me escapan las certezas. Porque cuando lo íntimo se vuelve formato y lo personal se vuelve contenido… reconocer se vuelve un acto de conciencia, una forma de resistir con ternura en un mundo que fragmenta
Agradezco profundamente a mis mentores que me acompañan, sin invadir: al psicólogo Mario Alberto Díaz Beltrán, por los conocimientos y conceptos que aquí se entretejen con firmeza y claridad; y al Mtro. Roberto Mantilla, por ayudarme a romper bloqueos y reconectar con mi voz. Gracias por compartir su experiencia con generosidad, gestos así sostienen una humanidad compartida.
Soy Luisa Leticia Pérez Medina, profesora en el ICATEQ Plantel San Juan del Río, donde imparto cursos de informática desde una mirada cercana, empática y profundamente conectada con nuestra humanidad.