Escribe:-Edilzar Castillo.
Ahí estaba frente a mí el temible delantero, Pata Maldita, dispuesto a ejecutar el tiro libre señalado por el árbitro. Ya se colocaba la valla de jugadores, quienes tratan de obstaculizar la visión del tirador o de desviar la trayectoria del balón. Lo malo es, a esa distancia, casi nunca falla el tiro, a pesar del gran esfuerzo de la barrera. Me siento desamparado, desprotegido, el tamaño de la portería la veo grandísima, si la pelota rebasa la barrera, pasa de largo por arriba hace una parábola hacia el arco y si no meto las manos rápido… Uf, que situación la mía, aquí frente al peligroso goleador. Lo grave es, le pega con mucha fuerza. Y si no logro detenerla cuando venga directa hacia mí. Ya levanta el brazo el dizque juez vestido de negro y hace sonar el silbato para realizar la acción. La cuenta regresiva ha comenzado. Estoy tenso, las manos me sudan, El Maldito se prepara toma mucha distancia, se aproxima se impulsa para dar la patada. Y yo aquí, enfrente, angustiado; Líbrame del trallazo. Señor de las chelas écheme una. Se acerca al esférico. El público expectante; llega velozmente, le pega durísimo al balón, afortunadamente, sale desviado a la izquierda de la valla humana.
Gran susto, mis músculos se distienden, los flujos del estómago vuelven a correr de manera normal, recupero mi respiración… Es lo malo de sentarse a ver el partido aquí en las gradas que están exactamente atrás de la portería.