¿Quién soy yo, para compararla
con doce centellas?
¿Quién yo? quien loco cabalga
y se cree de azulada vena
-barre el viento bardo viejo
ella guiña como el fuego lento
con sus garzos ojos.
Esconded al lobo a piedra y lodo,
se murmura en la campiña
que para cuando el horizonte
se cubra de cobre y oro
-a las siete se precisa-
ha de robarse a la niña.
Yo sacaré la espada que se hunde
en el más espumoso corsario,
como enseña el glosario de caballería.
A sus pies he de hincarme agotado
a honrarle al dormirse el fecundo día.
¿Quién soy yo para compararla
con el tul del cielo,
para tocarle la cascada su undoso pelo?
Yo; pálido Amadis que se enamora
de la blanca nimba del Toboso.
Yo terrible sacristán de los caminos.
¡Preparad obeso lancero mi blasón!
Taladrad en él la fantasía mía,
para que no se atrevan descastados,
ni ulcerantes almorrantes
a nombrarle sin entregarle laurel fermoso,
ese es el compromiso sacro
de este Armado Caballero por Eudilia.
Martes 4 de mayo del 2010 01:48:53 Pachuca, Hgo.
A: Eudilia Mendoza
LE JOS UIS