Por: Diego Mercado
Hace un par de meses, derivado de varias capacitaciones en el trabajo, comencé a investigar un poco más sobre los alcances, los previos, las evaluaciones y todo lo que está detrás de los presupuestos en la administración pública. ¿Cómo podemos tener el mejor presupuesto? ¿Cómo podemos dirigir los mejores esfuerzos? ¿Cómo eficientar el recurso público que es de todas y todos?
Si bien, siempre he visto el dinero del gobierno cómo una cobija, que se estira y alcanza a cobijar las prioridades del gobierno en turno, los sueños del presidente, las promesas de su campaña o sus caprichos, esta “cobija” de no estirarse bien, también descobija otras áreas que no son prioritarias para la administración. Áreas que no siempre son menos importantes en la escala de necesidades básicas. Entonces si en el gobierno es común escuchar la frase de “no hay dinero que alcance” haciendo alusión a que no hay presupuesto perfecto vale la pena hacerse varias preguntas antes de entrar en materia. Primero, ¿Por qué no habría de alcanzar? ¿Cómo decidir el presupuesto? ¿En base a necesidades? ¿Sueños? ¿Caprichos? ¿Prioridades? ¿O resultados?
Cómo respuesta a nuestro contexto surge el famoso “PbR” o Presupuesto basado en Resultados, que no es más que un procedimiento o mecanismo que pretende fortalecer los vínculos entre los fondos previstos a las entidades del sector público y sus productos o resultados a través del uso de información formal sobre el desempeño de las decisiones a la asignación del presupuesto. En palabras más digeribles, es el canal para medir la información del desempeño con el presupuesto. Esta ruta nos permite conocer sobre los alcances que se pretende, se comprueba y se audita en tiempo estimado de cada peso que gastamos en el servicio público. La necesidad de que todos los gobiernos utilicen mecanismos cómo el “PbR” son mayúsculas, pues el presupuesto no sólo debe reflejar las necesidades más importantes del País, sino que además debe ser eficiente. No se trata solamente de direccionar cientos de miles de pesos a abatir la pobreza, y no saber si se cumplió el fin, si se usaron los medios adecuados y lo más importante, si se alcanzó el objetivo principal, si no se malversó la intención. En nuestro País desgraciadamente esta práctica es muy reciente y muy poco utilizada, en el caso cómo programas cómo Solidaridad, Progresa u Oportunidades, diseñados para abatir la pobreza carecían en todo sentido de estudios que permitieran verificar si se alcanzaron las metas, si se hizo partícipe a la población objetivo de los programas, y si año con año se ajustaron reglas que permitieran perfeccionar las prácticas y las técnicas. El PbR es sin duda alguna una herramienta poderosa que brinda los ques y los cómos para llegar a los resultados pensados, planeados y auditados.
Por último, debemos identificar cómo Juventudes la responsabilidad que tenemos al planear nuestras políticas públicas que instrumentan justo eso, recurso público que es de todas y todos y que debemos cuidar, eficientar, proteger, comprobar y transparentar en cada una de las acciones que involucren las áreas en las cuales nos desarrollamos.
Es cierto que no existe el presupuesto perfecto, pero si el presupuesto responsable, idóneo y del cual podamos presumir más allá de las inversiones, los resultados.