CONMEMORACIÓN Y REFLEXIÓN
Estamos conmemorando los trágicos acontecimientos de los sismos del 19 de septiembre de 1985 y 2017, y más recientemente el terrible accidente de la pipa que explotó en una transitada arteria de la Ciudad de México.
Estos hechos deberían llevarnos a una profunda reflexión sobre el nivel de riesgo que siempre existe en todo el quehacer personal y empresarial, tomando en cuenta lo siguiente:
Si su empresa transporta productos terminados, materias primas, personal o cualquier activo, ya sea en transportes propios o de la empresa, siempre está latente un nivel de riesgo del que en ocasiones no somos conscientes.
NIVELES DE IMPACTO DE UN ACCIDENTE
Un accidente puede tener impactos en diferentes niveles de daño, dependiendo de la gravedad:
En la comunidad: mediante los daños al mobiliario público y/o a las vías de comunicación.
En las personas: los daños pueden ir desde el operador de las unidades de la empresa hasta terceros, con consecuencias que van de lesiones leves hasta decesos.
En los activos de otras personas físicas y/o morales: como daños a vehículos, inmuebles o propiedades de otras empresas o particulares.
Si usted produce bienes u ofrece servicios utilizando hornos, estufas y/o equipos que trabajan de manera intensa, mediante mano de obra, también se encuentra ante un nivel de riesgo, casi con las mismas características que en el transporte.
En cualquiera de estos niveles de daño, los afectados pueden —y tienen el derecho de— demandar a quien causó el accidente.
IMPORTANCIA DE LA PREVENCIÓN
Mucha gente cree erróneamente que, si no les ha sucedido un incidente operativo, entonces no sucederá nunca. Lo que ignoran es que la probabilidad está presente todo el tiempo, y lo que normalmente detona un accidente es el error humano.
Por lo anterior, mi sugerencia a la comunidad de ciudadanos, empresarios y emprendedores es mantener vigilancia sobre los niveles de riesgo mediante la observancia de normas que garanticen el cumplimiento con la autoridad y la mitigación de riesgos.
Capacite a su personal en la materia y, de ser posible, establezca un plan de mitigación de riesgos mediante la supervisión constante y, sobre todo, el cumplimiento de normas y leyes.
Cualquier inversión o gasto en la mitigación de riesgos es siempre menor que el costo de pérdida, restitución, sanciones o reparación de daños a terceros en caso de un accidente.
Nos leemos la próxima semana.