Por El Hombre de Negro
John Michael «Ozzy» Osbourne no solo es una leyenda viva del heavy metal, sino también uno de los personajes más excéntricos y controvertidos en la historia de la música. Con una carrera marcada por el exceso, el caos y lo insólito, el llamado “Príncipe de las Tinieblas” ha dejado un legado sonoro imborrable… y una lista de anécdotas tan insólitas como inolvidables.
Desde sus años como vocalista de Black Sabbath hasta su etapa como solista y estrella de reality show, Ozzy cruzó todas las líneas del comportamiento convencional. Uno de los episodios más célebres —y más comentados del folclore del rock— ocurrió en 1982, cuando, durante una presentación en Des Moines, Iowa, mordió la cabeza de un murciélago lanzado al escenario. Años después aclaró que pensaba que el animal era de utilería, pero la acción ya había quedado sellada como una de las escenas más grotescas de la cultura pop.
Antes de eso, en 1981, mordió la cabeza de una paloma viva durante una reunión con ejecutivos de CBS Records. El acto —realizado, según se dice, bajo los efectos de diversas sustancias— tenía la intención de llamar la atención. Lo logró: fue expulsado del edificio, pero su imagen pública como figura impredecible del rock se solidificó para siempre.
Las excentricidades de Ozzy no se limitaron al escenario. Su vida diaria fue tan caótica como sus presentaciones. En una ocasión fue arrestado por orinar en El Álamo, en San Antonio, Texas, vestido con el vestido de su esposa Sharon. El incidente le valió una prohibición de entrada a la ciudad durante una década.
Además de su historial de adicciones, también protagonizó situaciones extremas por sus problemas de salud mental y física. En varias entrevistas reconoció que sobrevivir a sus propios excesos era casi un milagro. “He tenido tantas sobredosis que ya perdí la cuenta”, dijo. Médicos que lo trataron aseguran que su resistencia química es tan inusual que su cuerpo fue estudiado genéticamente para entender cómo pudo soportar tanto abuso.
Su vida personal también fue parte del espectáculo. En los 2000 protagonizó The Osbournes, uno de los primeros reality shows familiares de MTV. El programa mostró al mundo a un Ozzy desorientado, torpe y cómicamente vulgar, pero también entrañable. En bata, con los pantalones a medio subir y gritando maldiciones, se convirtió en un símbolo de lo absurdo y entrañable de la vida del rockstar.
A pesar de todo, Ozzy sigue siendo una figura respetada por músicos y fanáticos. Fue inducido al Salón de la Fama del Rock and Roll y ganó premios Grammy. Sus excentricidades, lejos de opacar su talento, construyeron una mitología alrededor de él.
Ozzy Osbourne fue, sin duda, una prueba viviente de que en el rock no solo se escucha: también se sobrevive. A veces, incluso, se sobrevive a uno mismo.