Por El Hombre de Negro
Este lunes 22 de julio falleció Ozzy Osbourne, figura fundamental del heavy metal y uno de los íconos más influyentes de la música del siglo XX y XXI. Tenía 76 años. La noticia fue confirmada por su familia a través de un breve comunicado en redes sociales, en el que agradecieron el apoyo de sus seguidores en todo el mundo.
Nacido en Birmingham, Inglaterra, Osbourne alcanzó la fama mundial como vocalista de Black Sabbath, banda pionera del metal cuyo sonido oscuro y lírica provocadora sentaron las bases del género a inicios de los años 70. Con álbumes como Paranoid y Master of Reality, Ozzy se consolidó como un referente del rock duro, combinando una voz inconfundible con una presencia escénica electrizante.
Tras su salida de Sabbath, su carrera como solista fue igual de prolífica. Discos como Blizzard of Ozz y Diary of a Madman no sólo reafirmaron su talento, sino que convirtieron a Ozzy en una figura de culto, adorada por generaciones enteras. Su alianza con guitarristas virtuosos como Randy Rhoads y Zakk Wylde marcó una época.
Más allá de la música, Ozzy fue un símbolo de la contracultura. Su vida estuvo marcada por los excesos, pero también por una notable capacidad de reinventarse. Su reality show The Osbournes, transmitido a inicios de los 2000, reveló al personaje detrás del mito: un hombre caótico, pero entrañable.
En los últimos años enfrentó problemas de salud que lo alejaron de los escenarios, aunque nunca dejó de expresar su deseo de volver a cantar frente a su público. Hoy, fanáticos del metal y la música en general despiden a una leyenda cuya influencia trascendió géneros, décadas y fronteras.
Ozzy Osbourne no fue solo un cantante: fue el rostro del metal, el rebelde que hizo del infierno un espectáculo y que, hasta el último aliento, defendió el ruido como forma de vida.
Descansa en paz, Príncipe de las Tinieblas.