(Primera de dos partes)
Escribe:-Edilzar Castillo.-
Esta historia sucede en una soleada mañana, en ese bello poblado que nació en la margen de un rio extinguido de ese gran valle queretano.
El pueblo y su gente alegre en ese domingo han iniciado sus actividades rutinarias, en aquella casa, un matrimonio de apariencia estable, después de veinte años de matrimonio, producto de un tórrido romance vivido cuando él Nicolás Trejo, estudiaba una carrera técnica en el CONALEP en ese bello pueblo y ella, una agradable y bella damita nativa de un pueblo vecino a San Juan, donde fiel y pacientemente esperaba las vacaciones del enamorado.
La boda fue presidida por las más importantes familias de esa comunidad, en donde degustaron la rica barbacoa de diez borregos así como el mole con cien gallinas.
Hoy, después de veinte años, se dejan ver algunos pequeños cambios en los gestos y el lenguaje, antes romántico, entre los esposos.
Mientras Lucero prepara el desayuno dominical, por cierto muy sabroso, los olores se van combinando en el ambiente, unos huevitos rancheros, un poco de cecina y unas infaltables gorditas de chicharrón prensado, unos frijolitos refritos, unas tortillas hechas a mano y un buen café.
Así estaba Nicolás, sentado a la mesa, recién bañado, junto a sus hijos tres, dos varones y una niña, Nico, mientras espera, se soba y se da palmaditas a la promisoria barriga, como haciéndole cariñitos, antes de empezar a comer, entonces de manera imprevista, pero muy seguro, propuso:
Oye Lucero, oigan mis hijos, terminando de desayunar, quiero que se arreglen bien, porque tenemos invitación al rancho de mi compadre Chema allá en Tlaxcalilla, es su cumpleaños y va a matar una res y habrá cabeza horneada, después de desayunar se arreglan y nos vamos, me oyeron?.
¿Qué cosa? Dijo la Lucero, no estamos yendo a ninguna parte, menos a fiestas, tu Nico no tienes vergüenza, Por qué Luz, de qué o qué? Escucha Nico, los niños ya están grandes, ya se dan cuenta de tus borracheras y los desfiguros, con eso, nada más nos causas vergüenzas. Apenas te tomas tres cervezas luego luego te da por declamar, ojalá lo hicieras bien, no que sólo pones tu cara de compungido luego se te olvida la letra, que risa para todos, que pena para nosotros, no, no, no iremos a esa fiesta.
Ciertamente, Nicolás, guardaba algún remordimiento, porque en la última fiesta a la que asistió con su familia, cuando intentó declamar “El seminarista de los ojos negros” terminó abrazado de un poste cerca de la barda, lo que provocó que su camisa nueva que le había regalado su mujer, en el aniversario de bodas, terminara rota, pero aun así, con ese sentimiento de culpa, insistió. Ta bueno Luz, pero quiero que tomes en cuenta que el compadre Chema es el padrino de nuestro hijo, el mayorcito y la comadre, tanto que te quiere, y para que veas, ya no voy a tomar, me voy a sentar contigo, para que no te preocupes, ya verás…..Continuará
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