Por Andrea Peña
Por primera vez Mongolia, país asiático, recibió la visita de un pontífice, fue el papa Francisco quien arribó a una de las comunidades católicas más nuevas y pequeñas del mundo durante el fin de semana.
Lo más controversial de esta visita es que se da cuando las relaciones del Vaticano con los dos poderosos vecinos de Mongolia, Rusia y China, están de nuevo bajo tensión.
En declaraciones a los periodistas de camino a Mongolia el jueves por la noche, Francisco dijo que esperaba visitar un país que tiene pocos habitantes, pero con una cultura que es necesario comprender con los sentidos.
“Sus habitantes son pocos, un pueblo pequeño con una gran cultura, creo que nos hará bien comprender este silencio tan largo, tan grande, (…) nos ayudará a entender lo que significa, pero no intelectualmente, entenderlo con los sentidos”, comentó.
A su llegada, el papa fue recibido en la pista por guardias de honor con cascos y por la ministra de Relaciones Exteriores de Mongolia. Una mujer que portaba un vestido tradicional le ofreció yogurt seco en señal de bienvenida.
En esta visita tuvo reuniones oficiales con el presidente y con el primer ministro de Mongolia, y un discurso ante líderes gubernamentales, culturales y empresariales del país.
Fueron alrededor de 450 católicos, entre obispos, sacerdotes y monjas, quienes forman la columna vertebral de una pequeña comunidad con la que tuvo contacto el papa Francisco.