Los resultados de las elecciones presidenciales en Francia son un excelente diagnóstico una radiografía numérica de lo que decidieron los franceses, que prefirieron la continuidad del centrista Emmanuel Macron en el Palacio del Elíseo a la ruptura que representaba la candidata de extrema derecha Marine Le Pen, cuya victoria hubiera supuesto una auténtica “sacudida de tapete” para la política en la república, en Europa y en el mundo. Un enorme riesgo de que si esto sucedía se abriera una vez más la brecha a los ya dañinos, peligrosos e históricos extremos. Los franceses dijeron sí al europeísmo y el progresismo de Macron y rechazaron al euroescepticismo y ultranacionalismo de Le Pen, dijeron sí a un gobierno moderno, y con visión.
El presidente, de 44 años, uno de los más jóvenes del mundo por cierto; fue reelegido por cinco años más con el 58,3% de los votos, frente al 41,7% de su contrincante, según las primeras estimaciones del instituto de sondeos Ipsos que reporte la cadena de televisión, pero sin duda alguna lo que deja ver bastante en el comportamiento democrático nacional en evidencia a los franceses es su alto grado de abstención, que se situó por encima del 27%. Son muchos los factores que en el día de hoy se pudieran poner cómo justificaciones o pretextos del porqué ese número, la pandemia del COVID19, el hecho de que sea una segunda vuelta, o incluso de que sea una elección de una reelección.
De los doce candidatos que iniciaron la carrera hacia el Palacio del Elíseo, solo el líder centrista y la dirigente de la extrema derecha lograron clasificarse para la segunda vuelta al ser los más votados. El resto de aspirantes quedó eliminado en la primera vuelta. Pero a todo esto, que supone la victoria de Macron y ¿Cuál es la lectura de los gobiernos de occidente?
Primero, es de reconocer el trabajo una vez más de los organismos encargados de realizar democracia, de realizar la votación porque al igual que nuestro INE, se tuvo una elección sin contratiempos dónde se priorizó a la gente y su salud en el país francés. Segundo se aplauden los resultados que ponen fin a posturas antiinmigrantes, anti europeas e islamofóbicas que defendían los seguidores de la extrema derecha y su candidata Marine Le Pen. Y tercero y más importante, nos obliga a nosotros cómo juventudes a reflexionar sobre el futuro de la política mundial, es una llamada de atención más para frenar discursos de odio, ya que la extrema derecha no viene sola, su implantación en las instituciones públicas viene también de la mano de discursos, estrategias, métodos, acciones e ideas que suponen un peligro y un atentado claro a los derechos y las libertades básicas, e incluso al propio sistema democrático. Nos toca ver más allá y al contrario de lo que piensa el Frente Nacional Francés dónde los francos deben tener acceso a servicios como la educación y la salud por delante de los inmigrantes y un hogar o un empleo antes que ellos, evidenciar que no hay ciudadanos de primera y de segunda, que tenemos que aprender a convivir todas y todos en esta nuestra casa común. ¡Ahí está el reto!