(Octavio Paz y su Laberinto)
Por Fernando Roque
Somos fantasmas de la Historia,
el polvo y el aire que lo contiene,
el surco en la tierra y en las manos,
la piel del rostro surcada por el tiempo,
la voz silenciosa tras la máscara de piedra de la Muerte,
la savia del maguey cual sangre envuelta en fuego
o ráfaga de viento recorriendo páramos de hielo;
somos la cruz impuesta sobre la piedra de sacrificios
mientras Tláloc llora su muerte tras el telón del virreinato;
somos el eco de la noche sobre la batalla
en la que una cultura fue arrasada por la ignorancia
ante el asombro de dioses milenarios
que cayeron en el crisol de los lamentos;
somos lo que quedó bajo el disfraz de sumisión
vuelta burla y fiesta,
somos hijos de la lumbre en que quemamos nuestro resentimiento
mientras el alcohol nos vuelve otros y a la vez los mismos,
el reflejo en el cuchillo de obsidiana
goteando la sangre de nuestra tragedia,
somos el laberinto en que se perdió nuestra identidad,
nuestro ser en las máscaras usadas para ahuyentar el miedo,
somos huérfanos del cielo atados a la tierra
que nos alimenta y cubrirá nuestra osamenta,
rencor usado para abrir nuestra coraza,
pero la verdad estamos solos en medio del desierto
rodeados de silencio.
Nuestros dioses nos han dejado solos en el templo
. . . con los muertos.