*** Estos enormes ahuehuetes han sido mudos testigos de inundaciones y de desgracias, pero también las han aminorado.
*** Urge un censo de estos enormes ejemplares que día con día son menos… y pronto podremos extrañarlos.
Por Raúl Rosillo Garfias
Dicen los estudiosos de las tierras y sobre todo del sentir de las plantas, que también son seres vivos, que cuando un árbol está siendo derribado vivo, se comunica con sus congéneres mediante sus raíces e intenta defenderse normalmente de la acción del hombre, que insensible busca como caminar a la naturaleza y su ciclo de vida en cada planta, en cada animal, insecto o de lo que se trate… Los ecosistemas están perfectamente alineados en cada zona, en cada cuenca, en cada arroyo, río o pendiente.
Los enormes sabinos llorones, ahuehuetes, que pueblan y son verdaderos ejemplares centenarios la gran alameda natural que representa el lecho del Río San Juan para esta población no se ha terminado de dimensionar, no se ha entendido como un gran valor que llegó antes de que naciera cualquier fraccionamiento, porque los conquistadores, los primeros pobladores, fueron siempre más respetuosos del poder de la naturaleza, y sus construcciones estaban alejadas de manera más pensada y lógica de la bravura del río, conocían su fuerza y sus efectos… los observaron y los respetaron.
Hoy el hombre en su miseria materialista, ha intentado ganar centímetros, metros y más inclusive los límites legales, de los ríos los arroyos y todo lo que tenga que ver con los derechos de vía, y han poblado las zonas bajas, y se queja y piden apoyo al gobierno porque se inundan, porque la naturaleza las alcanza… pero el hombre antes con su trabajo devastador, no sólo cortó árboles… y derribó grandes rocas y piedras que quitan velocidad a la fuerza del agua, sino que en la maldad total, ahora les ha prendido fuego… y hay muchos de estos gigantes como mudos testigos de este accionar y de este coraje y odio del hombre contra la naturaleza.
Es urgente y necesario que las autoridades junto con su departamento de Ecología que parece que solo está de membrete, tuviera un censo real y verdadero de estos enormes ejemplares, con cálculos por edades, efecto de promocionar no sólo su cuidado sino también su admiración, pues han sido artífices, para quitarle velocidad las corrientes, han salvado colonias y comunidades enteras al retrasar la velocidad del agua, para que llegue mansa y no genere más destrozos y dolor.
Urge que esos ejemplares, de enormes troncos que han dejado de existir, sean no leña, no negocio de unos cuantos, sino un pacto cultural, para quienes hacen escultura… y que ahí en el lugar de los hechos ayudados por el gobierno, hiciera una gloria de obras en madera tallada, que lograran la atención de propios y extraños…y entonces seguiremos diciendo el Río San Juan da vida a gigantes… árboles y artistas.