Por. Diego Mercado
El México que todas y todos soñamos, el México posible en el que mis generaciones contemporáneas quieren vivir, es un lugar en dónde los liderazgos resuelven los conflictos con 3 elementos estrictamente útiles y “sencillos”, el primero es la inteligencia, el segundo la eficiencia y por último el humanismo cómo centro en la toma de decisiones. Queremos liderazgos inteligentes, eficientes y humanistas, liderazgos de verdad, no de papel.
Pero vamos por partes, porque hablamos de liderazgos de papel. Es muy común encontrarnos en nuestros espacios diarios de participación con personas que se desarrollan en un puesto de poder y es más común que nosotros los identifiquemos cómo los líderes, creemos que su mando desarrolló un liderazgo de forma natural, dentro de la empresa, del trabajo o de la escuela, pero no siempre es así.
Según Fernando Vigorena, las cualidades de liderazgo que los latinos consideran más importantes son: la honradez, la confianza e integridad (50%), seguidas de la inteligencia, la experiencia y la educación (8%), el ser respetuoso de las personas y la comunidad (4.6%), el servicio a la comunidad (4.1%), y el ser afectuoso y compasivo (4.1%). La perspectiva de la comunidad latina sobre el liderazgo tiende un puente de unión entre las líneas raciales, políticas y culturales.
Sin duda alguna es compleja la “concentración mental” de nuestros liderazgos, por cientos de previos históricos. Muchos creen que ser líder es una cuestión de ir primero en una competencia, ser gerente, dirigente, presidente o destacar en una actividad, ser jefe o director. Inclusive otros incluyen a estadistas, jefes de bancadas políticas, jefes de organismos gremiales y deportistas destacados, jefes de grupo o dueños de empresas, pero ya vimos que eso es solamente un título, un papel. Estadísticas que se desdibujan de manera recurrente, cuando es su turno y se evidencia su falta de liderazgo auténtico.
El verdadero liderazgo viene más allá del papel, se mide por la cantidad de impactos, de emociones y beneficios que deja la presencia. No hay liderazgo en el papel, hay liderazgo en la persona, con o sin título, con o sin cargo, con o sin reconocimiento profesional, social o político.
Lo que México ocupa es gente capaz de dirigir, gobernar, supervisar a un grupo de personas frente a un objetivo, gente real, en el mundo real, haciendo cosas reales. El liderazgo no se mide en likes o reacciones, se mide en acciones.
¿Qué hace la diferencia en un verdadero líder?
No es la cantidad de cursos y títulos que posea, su posición jerárquica, sus orígenes o sus redes de contacto. No es su edad, sexo u ocupación, sino su preocupación por las necesidades de otros, su forma de encarar los desafíos con los cuales se enfrenta. Es su entusiasmo en mejorar las cosas, en crear nuevas oportunidades para que el México del que hablamos al principio, el mejor que todas y todos queremos, sea una realidad.
Lo que nos queda es entender que, en la universidad no nos enseñan a ser líderes, el liderazgo no se compra, no se hereda y no se impone, hay que buscarlo dentro de nosotros mismos, hay que construirlo quizá desde nuestro propio corazón. Creo que es hora dejemos de condenarnos a un destino gris, en empleos que lejos de apasionarnos nos hacen morir de a poco, es momento de salir y buscar las oportunidades, mismas que nosotros creamos para nosotros y para los demás. Es momento de convertirnos en un liderazgo real, no de papel, de pose o de foto.