Las Haciendas Queretanas
Una Mirada a Pedro Escobedo
Segunda y última parte
Por Ana Karen García Peregrino
Pedro Escobedo, Qro.- En nuestro estado, la hacienda fue la estructura que organizó todo el universo laboral de la población desde la primera etapa de la colonia en que se fundaron mesones, haciendas trigueras y estancias de ganado hasta cerca de 1940. La información sobre la zona de valles de Querétaro, básicamente testimonial, se recopiló entre 1987 y 1993 en los poblados que se establecieron alrededor de cuatro haciendas queretanas, Chichimequillas, Santa Cruz, El Lobo y Amazcala.
Otra cuestión que hay que hacer notar que en el siglo XVII los verdaderos dueños de las haciendas, no eran los individuos, sino más bien las familias y los linajes, ya que aún cuando tenían títulos no podían disponer libremente de sus tierras por encontrarse constituidos en Mayorazgos vinculados con un nombre, con una cara y con un título nobiliario. Los propietarios de la tierra de los Valles de Querétaro de esta manera formaban parte de la misma clase territorial de la Nueva España.
LA SITUACIÓN DE LOS TRABAJADORES EN LAS HACIENDAS
El terminar con el sistema de la hacienda, se basaba en el injusto régimen de vida de los trabajadores y sus familias, la peonada, que han sido calificadas como de “verdadera esclavitud” (Turner, 1989), que resultaba de la poca productividad agrícola, un régimen de la propiedad absurdo, una élite de propietarios desarraigados y un gobierno tiránico (Molina, 1987, Orozco, 1975). Desde este punto de vista, la hacienda era un latifundio infructuoso.
Los campesinos ganaban de 18 a 25 centavos diarios, según la región, y debían trabajar de sol a sol, es decir, de las seis de la mañana a las seis de la tarde. Permanecían aglomerados en un rincón de la hacienda llamado las cuadrillas junto con su familia.
Se les daba techo para que no huyeran sin pagar sus deudas, para obligarlos a que se levantaran a las 5:00am y para tenerlos próximos a los sitios de la siembra; además se les descontaba parte del alojamiento de su salario. En relación a ello y a manera de ejemplo describo que:
En el archivo histórico de la ciudad de Querétaro existe un contrato de compra-venta celebrado ante el Escribano Público Francisco de Urquiza el 15 de diciembre de 1648, en el que Bartolomé Sánchez Manos de Albas, vecino del pueblo de San Juan del Río, le vende a Lorenzo de Cárdenas vecino y minero de Escanela, la hacienda de ganado mayor, menor y labor de riego y temporal que llaman Escolásticas, mencionando sus colindancias con: La D, La Zapatilla (ahora Dolores San Juan del Río), Huimilpan, La Estancia de trasquila y labor del capitán Antonio de Chaíde y con los montes que llaman de Coria. Relata también que Bartolomé Sánchez Manos de Albas era hijo de Diego Sánchez y Escolástica Moreno, ésta última probablemente la india desposada con el peninsular que de este modo quedaron dueños del terreno, operación muy usual de que se valieron los españoles para ocupar tierras en todo nuestro país. Otro ejemplo de lo anterior es la hacienda que fuera de Doña María Menchaca, cerca de Querétaro y que a la larga conservaría también el nombre de su ancestral dueña.
Así vivían los campesinos en relación con los hacendados, quienes vivían estupendamente.
Los propietarios de los latifundios, que incluían poblaciones y recursos, carecían del interés y del amor a la tierra necesarios para invertir su tiempo y capital.
“…El hacendado mexicano de fines de siglo pasado y principios del XX, siguiendo el ejemplo de sus antepasados no era efectivamente agricultor, no era hombre de campo sino señorito de la ciudad. Lo único que le importaba era que el administrador de la finca le entregara periódicamente el dinero necesario para vivir con holgura en la capital de la provincia, en la ciudad de México, en Madrid o en París, según gustos personales y medios económicos. A la hacienda sólo iba de tarde en tarde, por una o dos semanas, acompañado de amigos y familiares…” (Silvia Herzog, 1985:125)
Según Molina Enríquez (1986) cuando, con la conquista europea, llegaron hombres que tenían no sólo noción de la posesión, a diferencia de los que habitaban estas tierras americanas, sino también de la propiedad.
Los números y la realidad han demostrado que las haciendas que la Revolución dejó a los ejidatarios, producen mucho más que las propias haciendas, cuando estas se encontraban en manos de sus propietarios. Fue así como se adjudicaron grandes propiedades a españoles y criollos que, en razón de las necesidades de producción, se transformaron en haciendas.
Fuentes:
➢ Archivo Histórico del Estado de Querétaro
Profr. Raúl Trejo Perrusquía. Cronista Municipal 2003-2006
➢ Profr. Alfredo Feregrino Piña. Cronista Municipal 2006-2009
➢ “Las haciendas, el siglo de la integración” por Andrés Lira y Luis Muro en Historia General de México, versión 2000. El Colegio de México, Centro de Estudios Históricos. México, D.F., 2000. Págs. 340-341.
➢ http://www.mexicotravelclub.com/turismo/Queretaro/El-Marques/Esplendor-de-una-epoca
➢ “Los grandes problemas nacionales”, ERA 1987.
➢ “Los tiempos del Patrón…danza de mil soles”, Los últimos trabajadores de la hacienda en Querétaro. Martha Otilia Olvera Estrada, 1997. Págs.: 21-23 y 31
➢ “Catálogo Nacional de Monumentos Históricos Inmuebles Estado de Querétaro”, INAH, CONACULTA y Gobierno del Estado de Querétaro, 1990. Tomo I