Por:-Fernando Roque
Estando en “La ciudad luz” uno de mis objetivos era realizar la tradicional visita a la tumba del gurú de la psicodelia rockera: “El rey lagarto”. Llegar a la famosa tumba sin busto (el de la película de Oliver Stone era una copia de plástico) pues el original seguramente presidía un reventón de quién se lo robó (¿debajo de su camisa?).
Después de recorrer otras tumbas de famosos: escritores, filósofos y demás sin saber que la hora de cierre del “Pere Lachaise” era a las 6:00 Pm y después de orientar a dos gringas despistadas (pues no se les ocurrió pedir el mapa de las tumbas de famosos a la entrada) llegué por fin a ese lugar que se ha vuelto un ritual para muchos, algunos incluso escalan las paredes por la noche para celebrar ritos satánicos, otros ponen marcas o flores en la tumba, otros más ponen música de los “Doors” para ambientarse.
Yo, al enterarme que estaban por cerrar el cementerio le pregunté a unos policías dónde se encontraba la dichosa tumba y mi sorpresa fue que allí, a un lado de ellos estaba un cuadrito de cemento con unas flores marchitas, ¿eso era todo? entonces aproveché para pedirle a uno de ellos que me tomara la foto del recuerdo y le pedí que mejor tomara dos por si no salía una.
Me senté sobre la superficie (sin duda un sacrilegio) y salí feliz de allí por alcanzar a llegar a la tumba del gran Morrison antes de que cerraran y llegar atrapada la imagen que lo comprobaba en mi cámara, pero para mala suerte cuando descendía por la calle inclinada que está a la salida del “Pere Lachaise” mi cámara, anudada a mi mano, misteriosamente cayó y rodó por el suelo hasta que se abrió el compartimento del rollo y se velaron las fotos (en esa época todavía no existían los celulares o cámaras digitales) Y ni modo de regresar, pues ya habían cerrado.
Tuve que conformarme con una postal que compré en un puesto de revistas. Descansa en paz Jim Morrison, poeta del rock.