Joaquín Antonio Quiroz Carranza
Conforme avanza y se impone un modelo “civilizatorio” que deshumaniza a las personas, se propaga el comportamiento que pretende “humanizar” a las mascotas, incorporando a las clásicas, toda gama de animales silvestres. Este patrón presenta varias aristas que es importante analizar para comprender este fenómeno. En primer lugar está el concepto de “animales de compañía”, por lo que generalmente estos organismos serán propiedad de personas que están o se sienten solas, por lo que requieren compañía. Así mismo, una especie animal que se “humaniza” tratándola como un bebé, niña o niño, tiene una característica fundamental “no habla”, aunque sí se expresa, por lo tanto responderá a los mimos o tratos, pero nunca como una persona, lo cual es más cómodo para el poseedor. Otra característica es que las mascotas, por decirlo así “siempre” estarán con sus dueños hasta que la muerte los separe, a diferencia de una pareja, los hijos o los amigos, relaciones estas que son variables o cambiantes.
Así pues, una mascota minimiza la soledad de quien la posee y la controla, asignándole un espacio de vida, una determinada alimentación, accesorios y cuidados. La “fidelidad” de la mascota se muestra en su incondicionalidad a cambio de seguridad. Y como dijimos, mientras la puerta de la vivienda esté cerrada la mascota no abandonara a su propietario. Mientras que una pareja, los hijos o cualquier otra relación entre humanos implica: diálogos, críticas, presencias y ausencias temporales o permanentes, abandonos y soledades.
Una expresión bastante común señala que: “entre más conozco a los seres humanos, más quiero a mis mascotas”, frase que descubre la esencia de la “humanización” de animales domésticos, la cual de manera inconsciente se hace por desilusión respecto a las relaciones humanas, donde la persona no ha encontrado lo que considera debe hallar.
Obviamente que toda persona tiene el derecho de comportarse como mejor le parezca, siempre que ese comportamiento no afecte el derecho de otra persona. Los animales domésticos, de crianza o silvestres, no deben ser violentados ni arrancados o secuestrados de su sitio de vida. Pero al mismo tiempo los amantes de las mascotas deben respetar a las personas que no desean tener contacto íntimo con los animales, por ello se debe respetar los espacios públicos y privados, para que cada persona pueda desarrollar sus gustos y pareceres, sin afectar las preferencias del otro.
Para una sana convivencia entre los que poseen mascotas y lo que no, los primeros deben pasear a sus mascotas con diversas formas se sujeción, evitar que las mascotas orinen o defequen en lugares comunes, no entrar a comercios con mascotas sí en estos establecimientos no se señala expresamente que se permite el acceso de mascotas. Y quienes no desean establecer relación con las mascotas tienen el derecho de no ingresar en los establecimientos que sí aceptan mascotas lo que potencialmente implicaría menos ingresos económicos para el establecimiento.
Es importante señalar que la zoonosis o grupo de enfermedades que son trasmitidas de los animales a los humanos se incrementa conforme crece la población y la diversidad de mascotas en los espacios humanos y se profundiza la intimidad de las relaciones humano-mascota. Las enfermedades como el Covid-19 fue transmitido de murciélagos a humanos, pues las enfermedades se transmiten por fluidos corporales como la saliva, la orina, las excretas, la sangre o bien mediante algún intermediario como los mosquitos, pulgas, garrapatas o cualquier otro organismo.