Por Juan Pueblo
La Pila.- La legitimidad de Héctor Magaña Rentería no es discutible; se fue lejos con el 52.74 por ciento de los votos a su favor y es, sin duda, un alcalde con mucha fuerza. Sin embargo, esta se va perdiendo paulatinamente. La política, aunque a veces arregla cosas casi imposibles a los ojos de los ciudadanos, no es magia y siempre requiere de buenos oficios. Héctor, que viene de una sólida formación política pasando por varios cargos y responsabilidades, aun cuando era de otro partido, es de los que se sumaron de inmediato a Gilberto Herrera, del que se fue desmarcando poco a poco, con mucha cautela y sin rompimiento. Eso habla de madurez en su actuar. Luego, aprendiendo todo en el PRI de aquel PRI todoterreno que caminaba las calles y conquistaba conciencias, lo aplicó y lo maximizó. Hizo uso de la memoria y de la amabilidad como herramientas para alcanzar el éxito, y lo logró, gastando si acaso mucho dinero, al igual que Norma Mejía Lira, su oponente, a quien sembró de manera espectacular con una derrota que muchos no se esperaban, entre ellos los padrinos, que habían puesto todo su interés en ese triunfo. Así es la vida: se pierde y se gana.
La Pila.- La exigencia ahora es cumplirle a los ciudadanos con un gobierno cercano, que tenga respuestas, sobre todo en temas como la seguridad, la infraestructura y, desde luego, la empatía de seguir estando en la calle con ellos. Las oposiciones ahora son más: el PRI, el PAN y el PRD. Tal vez muchos piensen que no existen, pero ahí están, aletargados y tal vez más golpeados de lo que todos imaginan. Pero viven y pueden renacer en cualquier momento. De la cordialidad y de la empatía política que sea capaz de mostrar Héctor Magaña dependerá su éxito; no lo dude.
La Pila.- Hubo aliados, claro que los hubo. Norma Mejía nunca fue empática con los tequisquiapenses; se convirtió en un capricho ser la candidata y luego intentó, desde el dinero y la descalificación, llegar a la presidencia municipal. Las fotos, aunque se supo, no dicen nada, así sean con el gobernador en turno. Los votos cuentan y contaron, y hoy los tequisquiapenses tienen a Magaña Rentería en la Presidencia Municipal. Pero aguas, porque como dijo mi nieto: “Yo no quiero ser presidente, porque a esos nadie los quiere”. Esto sucede porque esa silla está embrujada, maldita o, definitivamente, los que llegan a ese cargo creen que los beneficios, las loas y los apapachos son eternos. Así como el poder cohesiona, en el mismo instante empieza a desmoronarse cada figura. ¡Aguas!