Por. Paul Ospital Carrera
El pasado 7 de mayo dos aviones estuvieron a punto de colisionar en el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (AICM), ello despertó una enorme polémica al respecto. Hay quienes sostienen que esto no fue un incidente aislado, sino una consecuencia del cambio de rutas para que funcione el capricho presidencial: el aeropuerto de Santa Lucía o Felipe Ángeles.
El sindicato nacional de controladores de tránsito aéreo reveló que al menos han tenido 30 incidentes aéreos graves de diciembre 2021 a la fecha, acusan que es a consecuencia del rediseño de las rutas para que funcione el AIFA.
El debate sobre la conveniencia o no del nuevo aeropuerto de Santa Lucía se enterró con su inauguración. Quedó atrás la lucha política aeroportuaria. Ahora, con las declaraciones del sindicato de controladores aéreos la discusión ya no es política, sino de seguridad, estamos hablando de la posible pérdida de vidas por la inoperancia del nuevo espacio aéreo.
Sin embargo, pareciera que en este gobierno federal todo se discute en la arena política, inclusive algo tan técnico como la distribución del espacio aéreo.
Mientras son peras o manzanas, la realidad que hace notar el sindicato es sumamente preocupante, se advierte a tiempo antes de que algo suceda, y seguramente gracias al llamado a la atención desde las redes sociales se tomarán cartas en el asunto y así evitar una tragedia.
Lo que es innegable es que la necedad presidencial no tiene límites, el nuevo aeropuerto se convirtió en el gran símbolo de la fuerza que tiene la voluntad presidencial.
En medio de la discusión se dieron las razones económicas y la fortuna que le costaría al estado mexicano la cancelación del avance en Texcoco, no importó. Por su parte, agencias internacionales también dieron su punto de vista sobre la complejidad y la inconveniencia del rediseño planteado para el espacio aéreo, tampoco importó. Veremos si ahora después de más de 30 incidentes detectados este año se escucha a las áreas técnicas, a las y los expertos en la materia, porque de no hacerlo la pérdida ya no sería sólo económica.
Al tiempo.