Joaquín Antonio Quiroz Carranza
Reconocido como un genocida, aceptado totalmente como responsable de crímenes de lesa humanidad contra el pueblo mexicano, ni la menor duda existe de que dio la orden para que las fuerzas armadas masacraran a la población civil en la Plaza de las Tres Culturas, el 2 de octubre de 1968 y el 10 de junio de 1971. Los archivos oficiales demuestran que otorgó carta blanca para que la Secretaría de Gobernación a través de la extinta Dirección Federal de Seguridad torturara, violara, asesinara, incendiara aldeas, arrasara pueblos, quemara cosechas y un sin fin de atrocidades. Por fin esta bestia murió.
Ante un humano que muere, cualquier otro que sea humano sentirá tristeza, ante las bestias es imposible, incluso moralmente inaceptable ofrecer condolencias, sus descendientes son y seguirán siendo culpables mientras vivan y gocen de las riquezas saqueadas al erario público y a las familias de los asesinados.
Por fin murió esta bestia, que alegría, lo único triste es que haya muerto de muerte natural y no juzgado por el pueblo y encarcelado. Estoy seguro que el líder moral de México dirá que los hijos nada tienen que ver con los crímenes de los padres, efectivamente, pero sí viven y gozan con lo robado, son culpables, a menos que devuelvan las riquezas saqueadas, así como los intereses devengados y las ganancias generadas con esa riqueza mal habida.
Cinco mil hombres y mujeres asesinados, miles más perdieron piernas, brazos, ojos, las funciones normales de sus órganos por las torturas que les aplicaron en el campo militar No. 1 y en muchas casas de seguridad del gobierno durante la Guerra sucia, esa guerra de baja intensidad del Estado Mexicano contra guerrilleros, estudiantes, sindicalistas, intelectuales, homosexuales, amas de casa, niños, incluso bebés. Miles de mujeres siguen sufriendo los estragos de las violaciones sexuales realizadas por los sicarios de esta bestia. Para este esperpento humano ni perdón, ni olvido.
Hacer una nota de condolencias es una pena, un error, un insulto al pueblo bueno, por parte del presidente de la república, es como mandar un pésame por la muerte de Pinochet, Videla, Somoza, etc. Las bestias no merecen ningún homenaje, sólo el desprecio de los pueblos, la condena eterna. Una acción consecuente de la Cuarta Transformación es que el nombre de las bestias que han dominado México se borre de las calles, de los edificios, se eliminen sus esculturas y bustos, que las nuevas generaciones sepan de los crímenes cometidos por hombres y mujeres que controlaban los aparatos estatales, pero no sus nombres. La condena, como lo ha repetido AMLO hasta la saciedad, es contra el modelo y más específicamente lo ha dicho Noroña, contra el modelo capitalista de producción.
Las bestias, esos monstruos, criaturas del sistema capitalista deben ser aborrecidas generación tras generación, condenadas, que sea una vergüenza ser de su grupo, aplaudir su crueldad.