Por Raúl Rosillo Garfias.
*** En un llamado que podría parecer una rebelión, los campesinos de la zona norte de México llevan meses organizándose, no para realizar una revuelta, sino para dejar atrás la comodidad. Se han dado cuenta de que los hombres del campo estamos en peligro de extinción, pero eso no es lo más grave; lo verdaderamente preocupante es que, con justa razón, comienzan a levantar la voz y a exigir al gobierno en todos sus niveles. También lo acusan de empobrecimiento ilícito. Sin embargo, lo más importante es que han comenzado a recordar pasajes de la historia, y se dieron cuenta de por qué están en el campo, quiénes les heredaron la tierra y quiénes regaron de sangre esos campos antes de que existieran los ejidos. Vienen a la memoria los discursos de Villa, el Centauro del Norte, y por supuesto, del generalísimo Emiliano Zapata. Luego se dirigieron a los partidos políticos, y ninguno se libró de los improperios que podrían sonrojar incluso al más duro de los políticos. Estos productores del campo buscan hacer que el gobierno federal ponga atención en ellos y los apoye de verdad. La autosuficiencia es posible, dijeron, pero los empobrecidos no podemos ni siquiera comer… Y entendieron entonces que el carácter se forja en la adversidad.
*** Y no nos confundamos, podríamos estar rodeados de miles de personas a nuestro lado, pero esas miles de personas no están de nuestro lado. ¿Por qué? Porque ni siquiera conocen nuestros sueños, ni saben por qué estamos ahí. Lo que hoy es realidad antes fue sueño, fue imaginación, fue necesidad manifiesta, y la lucha se dio hasta conseguirlo. Y bueno, hoy, con tanta información disponible, aparece en la palestra el maestro Confucio, quien dijo y dijo bien: «No hagas el bien si no tienes la fuerza para soportar la ingratitud». Y hoy tenemos una sociedad que ha olvidado su historia y su trascendencia diaria. Además, las nuevas generaciones, que justificadamente no se interesan en la política, lo hacen porque lo que se dice de los partidos y los políticos es únicamente lo podrido. Pero no les enseñan a los jóvenes y a las nuevas generaciones a voltear los ojos hacia lo que tienen, lo que disfrutan y lo que aún falta por hacer, para alejarlos del odio y de lo que no es deseable. Ese es el trabajo de los partidos. Es cuanto.