Hoy les platico sobre una historia real, que se ha transformado en un mito gracias a las leyendas. La historia negra de las hermanas Carmen, Delfina, María de Jesús y Luisa González Valenzuela conocidas como “Las Poquianchis”, cuenta también con un sitio ubicado en la ciudad de San Juan del Río, que rentaron para instalar un burdel. Las Poquianchis, manejaban una red de burdeles en varios lugares de la zona del bajío del país, principalmente en San Francisco del Rincón (Guanajuato), donde inició y terminó una cruel historia de crimen que estremeció no sólo a México, sino a todo el mundo.
Estas mujeres obligaban a sus víctimas, jóvenes mujeres, incluso menores de edad, a prostituirse y que por lo menos a los largo de una década, cobró muchas vidas. Mujeres, neonatos e infantes, además de algunos clientes fueron asesinado y sepultados de forma clandestina, además de otros delitos que les hicieron acreedoras a 40 años de prisión, la pena máxima en su época. De esta historia existen varios libros y reportajes. Uno de los más afamados es el libro “Las Muertas”, del escritor Jorge Ibargüengoitia, novela de la cual se desprendió la película mexicana titulada “Las Poquianchis”, filmada en el año 1976. Otro libro es el que Elisa Robledo escribió, llamado “Yo, la Poquianchis, por Dios que así fue”.
Las hermanas González Valenzuela mantuvieron diversos burdeles por una década, entre los años de 1954 y 1964, entre éstos el ubicado en San Juan del Río, en la antigua calle de Cóporo, que actualmente es la Melchor Ocampo, situada en el centro histórico de la ciudad. Fue en el año 1964 cuando Las Poquianchis fueron detenidas al haber encontrado en San Francisco del Rincón un cementerio clandestino, donde fueron enterradas varias de las víctimas. Tan sólo en uno de estos terrenos, que se ubicaba a un kilómetro de distancia de uno de los burdeles, se encontraron más de 90 cuerpos, la mayoría de mujeres que fueron prostituidas por ellas. Se comentó en algún momento que Las Poquianchis, mediante engaños, secuestraban a señoritas de San Juan y las trasladaban a Guanajuato para “trabajar” en los burdeles, y lo mismo hacían con las mujeres de aquel estado, con el fin de que si lograban escapar no supieran dónde se encontraban. Este caso está considerado entre los 20 genocidios más escandalosos del siglo XX que hubo en México. La casa de San Juan del Río. La casa que se conoce como Casa Poquianchis en San Juan del Río es una edificación que fue arrendada por una persona que fue, a su vez, el administrador del burdel. Las hermanas González nunca vinieron a San Juan del Río, para eso estaba el administrador, quien les rendía cuentas periódicas. Actualmente es una vecindad en la que se rentan habitaciones y espacios independientes al interior. El lugar está en mal estado, lo cual le proporciona cierta atmósfera lúgubre. Tiene un gran patio, bordeado por diversos cuartos diminutos de a una ventana y pequeñas puertas. Hay algunas mascotas como perros y gatos, además de algunos animales de granja que deambulan en el patio lleno de tendederos para secar ropa al sol. Algunos cuartos tienen ese característico olor a viejo y húmedo, otros más están acondicionados como gallineros y cuartos para tiliches. Los sanitarios son compartidos y no se ve cocina por ningún lado. Las instalaciones de electricidad están por fuera de las paredes y el piso en algunos espacios es de cemento pulido. Tiene a la izquierda de la entrada de la calle lo que fue el gran salón, donde se presentaba la variedad y que hoy es utilizado como bodega. El lugar coincide con lo descrito en los libros que hablan sobre esta historia: los múltiples cuartos, el enorme patio, el gallinero y sobre todo, el gran salón donde los hombres podían tomar, bailar y elegir a la mujer con la que deseaban tener un poco de recreación “amorosa”. Cuentan que de la casa salían por las tardes a “partir plaza” las damas, siempre acompañadas por otra pero de mayor edad que las vigilaba; casi siempre vestidas de oscuro, del cuello a los pies, pero muy bonitas. A una de ellas le decían “la María Félix” por su parecido con la actriz.
El pintor sanjuanense Armando Otero Castillo, realizó una pintura en la que plasmó a estas damas con su “celadora”, en una escena precisamente cuando salían a hacer este recorrido en la calle de Cóporo. Este burdel se conoció desde su inicio como “El Burro” o “El Treinta” y hacia el final como “Río Rita”. Estos nombres por mote, aunque el último era como el “oficial” pero no era muy usado. En honor a la verdad tenemos que aceptar que, aunque hay voces que ponen en duda la veracidad del burdel de Las Poquianchis en San Juan del Río –ya que no se habla tanto de esté tugurio antiguo en los libros publicados, puesto que las hermanas se desenvolvían en Guanajuato y el de San Juan del Río era administrado por personas a sueldo-, como parte de la historia de las Poquianchis, tampoco podemos descartarlo, pues hay testigos de la época que con sus relatos dan por hecho que coincidentemente fue cerrado justo al mismo tiempo y cumplió con los detalles declarados por las mismas Poquianchis en sus testimonios cuando fueron aprehendidas.
Al decaer este burdel, las autoridades de gobierno permitieron se instalase prostíbulo pero en inmediaciones de la antigua estación del ferrocarril. Los burdeles o prostíbulos tienen también su historia. El Foco Rojo, La Escondida y al último El Zafiro fueron los más afamados entre 1970 y 2000, sin contar los clandestinos disfrazados de bares, discoteques y hasta restaurantes. El conocimiento de la historia macabra de Las Poquianchis hoy se ha vuelto más que nada una leyenda urbana que, aunque fue un hecho real, se ha prestado para que los tour operadores y vecinos cercanos al lugar cuenten historias modificadas en torno a alimentar el morbo del público que se acerca a visitar la casa y a conversar con los ciudadanos cercanos.
De hecho, Jorge Ibargüengoitia, al comenzar su novela “Las Muertas”, nos advierte que “algunos de los acontecimientos que aquí se narran son reales. Todos los personajes son imaginarios”, con lo que advierte que no se seguirá la objetividad periodística. Hoy les platico de esta historia curiosa pero que es más que nada, repito, parte de la cultura popular sanjuanense, llena de leyendas basadas en un hecho real. Hoy, la mayoría de lo que se cuenta es leyenda, y cada día que pasa, le van aumentando más. Lo único cierto es que las leyendas que se cuentan son solo eso: narraciones populares que cuenta un hecho real o fabuloso adornado con elementos fantásticos o maravillosos del folclor, que en su origen se transmite de forma oral. La historia real y verdadera es otra, no se vayan con la finta.