Nota por Alma Moronatti:
En el año 1897, la arqueóloga inglesa Margaret Ashford lideró una expedición a las arenas abrasadoras de Saqqara, Egipto.
Después de varias semanas de excavación, encontraron la cabeza de una colosal estatua de granito negro tan bien conservada que los detalles del rostro parecían cautivar a los trabajadores.
Aunque claramente era un faraón, no correspondía a ninguna de las caras conocidas en los registros históricos o en los tallos funerarios.La cabeza, que medía más de tres metros de altura, fue excavada cuidadosamente durante días.
Margaret encontró inscripciones en jeroglíficos, pero las palabras, parcialmente borradas, no fueron fáciles de traducir. El reconocido egiptólogo Dr. Ibrahim Khaled fue llamado para pedir ayuda.
Después de días de estudio, fue capaz de descifrar parte del mensaje: “Aquel que domina los vientos y las estrellas, cuyo nombre debe ser olvidado, descansa aquí para proteger el equilibrio.”
Siguiendo las pistas, encontraron una entrada bloqueada por piedras que conducía a un túnel.
Las paredes estaban cubiertas de jeroglíficos que contaban la historia del faraón, identificado sólo como Akhem-Ra, el guardián de las estrellas.
Gobernó durante un período oscuro y misterioso en Egipto, marcado por guerras internas y fenómenos inexplicables como eclipses continuos y tormentas devastadoras.
Akhem-Ra habría realizado rituales para restaurar el equilibrio en el cosmos, pero su poder asustó tanto a sus propios sacerdotes que conspiraron para borrarlo de la historia, escondiendo su estatua y su tumba.
El misterio despierta
En el corazón del túnel, encontraron la siguiente inscripción:
“Quien moleste al Guardián de las Estrellas traerá caos al mundo.”
Un trabajador aterrorizado rompió accidentalmente un pequeño jarrón ceremonial cerca del sarcófago.
Desde dentro, el humo negro comenzó a esparcirse por toda la habitación.
Margaret, tratando de mantener la calma, ordenó a todos que se fueran, pero al mirar hacia atrás, vio algo que la dejó sin palabras: los ojos de la cabeza de la estatua brillaban con una luz dorada.
La expedición fue cerrada rápidamente, y el sitio fue sellado con el apoyo de las autoridades egipcias, pero Margaret sabía que era sólo el comienzo.
Ese día, Egipto había demostrado una vez más que sus misterios estaban más allá de lo que la ciencia podía explicar.
Hasta el día de hoy, los detalles de la cabeza del faraón Akhem-Ra, el nombre de aquel que nunca debe ser recordado, continúan bajo misterio.