Escribe.-Edilzar Castillo
Los caracoles aman despacio, deambulan taciturnos en sus humedades, hacia un horizonte pálido, se perciben con sus antenitas, no conocen la prisa, caminan protegidos, indefensos, mientras tejen su larva en donde nace el llanto, en cada arrastre se alegran, excitan su piel y se escudan en su columna vertebral
Eternizan cada segundo, en sus caricias. El macho cree que su hembra está al final del viaje.
Pero el jardinero, no entiende de amores, sino, sólo de plagas en el jardín.