Pequeñas partículas de plástico están contaminando los mejillones de océanos desde el Ártico hasta las costas de China, en una señal de expansión global de la contaminación de los océanos que puede terminar en los platos de comida.
Unos mejillones que habitaban en las aparentemente impolutas aguas del Ártico tenían la mayor cantidad de plástico de todos los moluscos de la costa noruega, según un estudio publicado este mes por el Instituto Noruego para la Investigación del Agua (NIVA, por sus siglas en inglés).
Los plásticos pueden estar siendo arrastrados al norte por corrientes y vientos oceánicos desde Europa y América, llegando al Océano Ártico, dijo a Reuters la investigadora del NIVA Amy Lusher.
Estudios anteriores habían encontrado microplásticos en las costas de países como China, Chile, Canadá, Gran Bretaña y Bélgica. En la costa de Noruega, los mejillones contenían en promedio 1.8 trozos de microplásticos -definidos como partículas de menos de 5 milímetros de largo- estando esa media en 4,3 en el Ártico.
El año pasado, investigadores chinos sugirieron que los mejillones podían ser un “bioindicador de la polución de microplásticos” global porque los mejillones, a diferencia de los peces, se quedan quietos en el mismo sitio y, además, viven en el fondo marino, donde terminan muchos de los plásticos.
Aún no está claro el impacto de los microplásticos en la vida marina o en los humanos cuando los ingieren. Los científicos sospechan que se tendrían que ingerir grandes cantidades de mariscos para estar en riesgo, afectando por ejemplo la dieta belga, donde los ‘moules et frites’ (mejillones con papas fritas) son un plato favorito.
Es una señal de alerta de que necesitemos hacer algo para reducir el ingreso de plástico en el océano”, dijo a Reuters Richard Thompson, profesor en la Universidad de Plymouth y experto en microplásticos.
“Por ahora, es más una razón para preocuparse que un caso de alarma para el consumo humano”, dijo Thompson.
Casi 200 naciones firmaron este mes la resolución de la ONU para eliminar la contaminación del plástico en los mares, que reciben desde botellas hasta bolsas de supermercado o envases de comida en unas 8 millones de toneladas al año.