Joaquín Antonio Quiroz Carranza
Los imperialistas norteamericanos, sus lacayos europeos, las oligarquías locales, los medios de desinformación y los lumpens de las clases medias o proletarias, esto últimos, esclavos que aman a sus amos, son el conjunto poblacional promotores de golpes de Estado cuando, desde el corazón mismo del pueblo, emergen personas que, aún con todo el aparato legaloide a favor de los hegemónicos, los vencen en las urnas.
Parafraseando a Carlos Marx y Federico Engels en su Manifiesto Comunista podríamos decir: un fantasma recorre Nuestra América, el fantasma de la Revolución Popular: humanistas, comunistas, socialistas, anarquistas, obreros, campesinos, estudiantes, amas de casa, la diversidad sexual, feministas, etc. han dicho basta y echado andar. Los oligarcas se confabulan en santa jauría contra ese fantasma.
Esgrimiendo la legalidad constitucional, legalidad que las burguesías fabricaron para su defensa y usando todos los medios ilegales derrocan violentamente, cuando los gobiernos auténticamente democráticos no les sirven a sus intereses, como son los casos de: Jacobo Arbenz (Guatemala), Salvador Allende (Chile), Evo Morales (Bolivia) o bien usan el Golpe Blando como en el caso de Lula (Brasil), Pedro Castillo (Perú) y lo intentan con Bukele (El Salvador) y Andrés Manuel López Obrador en México.
Los terratenientes, las oligarquías financieras y comerciales, no soportan que se les ponga límites a sus avaricias, enfermos de poder, racistas y clasistas, creen que los oprimidos, los sometidos y sojuzgados lo serán por los siglos de los siglos. Como los explotadores carecen de memoria histórica es preciso recordarles que por su altanería los realistas, hace 200 años, no cedieron Guanajuato, a pesar de que se les invitó a rendirse, y la Alhóndiga de Granaditas fue tomada a sangre y fuego por los insurgentes, allí el pueblo descargó la furia acumulada de 300 años; durante la revolución mexicana, que fue precipitada por el golpe de estado contra Francisco I. Madero, murieron un millón de ciudadanos, entre los que también hubo hacendados, terratenientes y sus familiares, hombres, mujeres, niños y ancianos. La violencia, una vez desatada no respeta clase social, género o edades, por ello quien juega con fuego finalmente termina quemado.
El Golpe de Estado es una acción de los conservadores, pero a ésta, como a toda acción corresponde una reacción igual, reacción que no sigue ningún cauce legal o moral, la respuesta no mide, no calcula, no guarda ninguna consideración ni proporción. Baste recordar que, cuando Cuba Revolucionaria fue amenazada con la aniquilación por parte de los Estados Unidos, el gobierno cubano pidió misiles nucleares a la Unión Soviética, y el mismo Fidel Castro declaró estar presto a responder ante cualquier ataque de esa naturaleza.
Nuevamente vale recordar las palabras de Marx y Engels en su clásico manifiesto: los proletarios no tienen nada que perder excepto sus cadenas. Emiliano Zapata expresó ese sentimiento profundo del pueblo “Prefiero morir de pie que vivir de rodillas”. Ojalá que los conservadores entendieran que ponen en juego la existencia física de su propia clase, por sus necedades y avaricias. Y a nivel global, ponen en riesgo la existencia de la especie humana.