Pablo Antonio Junco
… ya me dijo que quiere al Allien una tierna baba del espacio que usa energía solar mientras sientes que la panza te revienta. José Eugenio Sánchez
Fue un rave. La momia del por submundos apodado “Principito Totonaco” resucitó en el mero centro mexicano, sin dientes. Hubo mucho mello [sic] mezclados gritos o más bien quejidos de sus varias exa-mantes, “Las viejas chichonas”, también sin piezas (con exactamente diez menos de lo normal). Detrás Aldo Monti metido en vil póster cinematográfico chatarra e hipergigante, agarrando unas muchachas, mandó al paroxismo la ridícula pasarela. Banda variopinta juro que indescriptible, vampírica e inaudita, retacó la piscina negra iluminada de impactante fluor. Un gringo maniaco tronaba cuetes, daba tragos abominables, disparos al techo vía distintos artefactos.
Chilló el cacomixtle afuera haciéndolo todo más patétrico, pero sonaba mejor que la rola en cuestión, una de Silverio, en calzones proyectado. Incierto espanto sensual hizo lo real: a través de la vibración de sus tres tetas, Tita con Teté tocaron en cierto tocadiscos éxitos libidinosos de “Las Intrauterinas”. Sona-ban redurísimo ya… Piero Della Polla preparó harina espesa en forma de sátiras flautas a la Satiricón. ¡Eróticas y sabrosas! decía. Eso era ya un cotorreo quién sabe cómo. Un retrasado mental jugaba Chac N’ Pop superdivertido, traía playera del seleccionado azteca firmada por diversos jugadores: un regalo de los dioses, aseveraba babeando leche o algo.
Entramos y oíamos sonidos extraños. Una de las conejas del año del caldo, cuando rifaba Encuentros cercanos con mujeres de cualquier tipo e inclusive Chaparritas u otras especies en peligro de violación, quiso hacerse megasalvaje sacándose ante plenilunio, entre repentino performance, el mítico corto La ballena eyaculadora ¡No te jales tu jerga! balbuceó paradójico un barbado barbaján tatuado. Esa filma-ción, vista hasta por Bolaño según otra rancia dama, no duraba media hora. Se veía el rostro de una chava que miraba la luna y lloraba. Parecía una prostituta en agonía.
Más tarde asomaba otra muy semejante con unos pechos magníficos, suficientes y bronceados. Se des-nudaba sentada en un silloncito rojo. De la escenografía chafa, desde atrás, irrumpían tres individuos que primero hablaban hacia la cámara estilo Estado Islámico, luego al oído de ella para después coger. Iniciando la joven oponía resistencia, pronto fingía distintos orgasmos poniéndose a gritar. Entonces los tigres cambiaron del modo alternado al ruin sistema máquina de movimiento continuo. No era difícil adivinar que dicho enganche seguro estallaría, aunque cuándo y sobre todo la forma eran imprevisibles. Increíble aquella chica, ligera se venía en verdad; brillaba líquida, tan fascinante a chorro, captado re-fulgente. Los bellos dientes: casi milagrosos. Veintidós minutos. La carne se le despegó del hueso aparen-tando caer, empero colgaba, dejando así una calavera sin ojos ni labios que reterepentina, cual eyección cetácea, reía. La imagen salía de aquel burdel a la manera Frenesí, del polémico G, indicando tener un fotógrafo hiperlisérgico. Ningún crédito corrió. Nada.
Solamente dos lechones encebados fueron perseguidos antes que don “Creepirito” prendiera la noche misma con sus mixturas, éstas incluían cánticos náhuatl, partes de discursos de AMLOVE, solos jazzísticos extáticos y un coro en vivo de asnos al intermedio, entretenimiento conceptual-digital aludido Sesentainueve desenfundan armas, ligado a neomagia zoofílica cortesía del clan “Ordeñaseñoras”, puros mimos vestidos como marranos, cuasi cursis. Tanta lujuria cansa… balbuceaba un enano disfrazado de cura mientras diarreico, despreocupado fumaba parte del porro #Oro. Otro atisbo escandaloso, escatológico, nunca obrado vaya, representó no ssólo eso sino la plática o chiste o coloquio lo que haya sido “Clítoris coloidal” por Polo Falcón.
Resultó natural el reggae. Llegó mañanero, fachoso desvelado, siempre amoroso; lentes oscuros tras apareo de géneros musicales. Se organizó lucha en lodo harto cachonda, concursos con aullido meloso de niñas tostando bombones y amaneció. Consciente de no estar soñando, tampoco conseguía despertar. Bailar nomás un poco gracias a las botargas de Belinda y Sariñana. El poeta vampiro recitó sin ánimo aun anémico su nimio la-la o ese célebre “Escaso sé del abrirse la luz a cada día”. Nos retiramos felices e ilusionados. Fin.
EXIFIESTA (EXPLÍCITA) Del libro “La Cueva del Gnomo”
