Por Jerónimo Gurrola Grave
Bien dice el dicho popular, que no es lo mismo ser borracho que cantinero. En tiempos en que Andrés Manuel López Obrador era opositor, con justa razón se quejaba de ser espiado por quienes entonces tenían el poder. En su conferencia mañanera (Contralínea del 4 de octubre de 2022), comentó haber sido víctima de espionaje desde 1970 en que operaba la Dirección Federal de Seguridad, antecedente del Cisen y que en 2017 él y su familia eran objetivo de intercepciones ilegales de sus comunicaciones mediante el software israelí Pegasus, que sólo se vende a gobiernos para infectar teléfonos, la cámara y el micrófono para vigilar a organizaciones y ciudadanos.
“Llevo desde 1988, seguido, vigilado, espiado, desde que empecé como opositor. Antes no era tan sutil como ahora, día y noche tenía un carro de informadores frente a mi casa. En México el conservadurismo se había apoderado del gobierno, lo habían convertido en un comité al servicio de ellos. Como todos los gobiernos conservadores, tenían los medios de información para legalizar la corrupción y sus atracos, porque el conservador, además de hipócrita, es muy ratero, es muy corrupto”, dijo.
En esa misma conferencia, el presidente ironizó sobre el hackeo que el grupo Guacamaya hizo a la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena): “Se trata de investigaciones profundas que van a cimbrar al gobierno. Decían que habían hackeado los archivos del Ejército y que había cosas gravísimas. Hicieron un tremendo escándalo en vez de dar a conocer quién los está financiando en contra nuestra”.
Pero esta ironía del presidente tenía una explicación; sus vilezas. En el hackeo del colectivo Guacamaya a la Sedena, en octubre del 2022 se filtraron documentos que revelaban que al menos tres personas habían sido espiadas por el gobierno federal con el programa Pegasus, el mismo del que se quejaba que lo espiaba a él.
Posteriormente, una investigación realizada por la Red en Defensa de los Derechos Digitales (R3D), Artículo 19 y Social Tic, también revelaron que la Sedena había establecido una estructura secreta de espionaje militar, llamada “Ejército Espía”, para interferir en las investigaciones de abusos de activistas que denuncian violaciones a los derechos humanos por las Fuerzas Armadas.
Documentos de Sedena muestran que la estructura secreta espió con Pegasus al defensor Raymundo Ramos, defensor de los Derechos Humanos en Tamaulipas, para interferir en una investigación sobre 47 personas desaparecidas y abusos cometidos por el Ejército en Nuevo Laredo, con pleno conocimiento del Secretario de la Defensa, señalaron las organizaciones en conferencia de prensa. De acuerdo con documentos, el Ejército habría intervenido las comunicaciones privadas de Ramos con varios periodistas sobre las ejecuciones extrajudiciales cometidas por el Ejército en Nuevo Laredo el 3 de julio de 2020.
Cuando para conocimiento de todos los mexicanos, Neyeli Roldán, periodista de Animal Político, le preguntó al presidente en su mañanera, con evidencias por escrito sobre el uso del aparato de inteligencia en civiles, él rechazó tajante e insistentemente que fuera así. “Es un invento de ustedes, un golpe más”, respondió. Descalificó lo dicho y se negó a ver la evidencia que Roldán ofreció enseñarle.
Y cuando la reportera, a la que, por cierto, personal de la presidencia intentó quitarle el micrófono, preguntó a AMLO sobre si el general de las Fuerzas Armadas y responsable del espionaje, Audomaro Martínez iría a la Mañanera a explicar la base legal de vigilar ilegalmente a los ciudadanos y la compra de Pegasus y que no han transparentado los contratos, el presidente, autoritario y furioso, soltó: “No es a partir de lo que a ustedes les conviene, que son contrarios a nosotros”.
“Ustedes no van a marcar la agenda, tienen todos los medios para expresarse, para manifestarse, todos los días nos atacan, no hay objetividad, no hay profesionalismo, es una prensa tendenciosa, vendida, alquilada al servicio de los corruptos, entonces por qué les vamos a hacer el caldo gordo a ustedes”.
Finalmente, se vio obligado a reconocer las intervenciones secretas, pero negó que se tratara de espionaje, dijo que eran “para prevenir actos de sabotaje o crímenes”. Es un trabajo de inteligencia que se hace en coordinación, que tiene como propósito conocer sobre movimiento u operaciones de la delincuencia organizada”, justificó e insistió que no existe ilegalidad en el actuar de las Fuerzas Armadas sobre este tema. Es claro que por las características que dio sobre los conservadores, no hay duda que López Obrador es uno de ellos.