Por Karla Rosillo
Con la temporada de lluvias, siempre regresan los mismos problemas: calles inundadas, coches varados, casas afectadas. Aunque no es un fenómeno exclusivo de San Juan del Río, sí me genera curiosidad que muchas personas tienden a culpar al gobierno en turno —sea cual sea—, como si fuera el único responsable de una situación que, por supuesto, nadie disfruta, y menos cuando está en juego nuestro patrimonio.
Ya hablaremos del gobierno, que también tiene su parte. Pero antes, me interesa hacer una pausa para lanzar algunas preguntas que podrían parecer incómodas, pero que valdría la pena respondernos en lo individual:
¿Separa usted su basura en orgánica e inorgánica?
¿Barre su calle o espera que alguien más lo haga?
¿Coopera en la limpieza del parque de su colonia?
¿Pide la recolección de tiliches o los tira en la vía pública “porque todos lo hacen”?
¿Ha dejado de usar bolsas de plástico o todavía sale del súper con cinco colgando de cada dedo?
Porque no podemos desentendernos: también es nuestra responsabilidad cuidar la infraestructura urbana, esa que —efectivamente— se ha pagado con los impuestos de todos, pero cuyo mantenimiento nos compete a todos también.
Ahora sí, hablemos del gobierno.
Sí, tiene responsabilidad. Y no es menor. Por ejemplo, seguir otorgando permisos de construcción de nuevos fraccionamientos sin una planificación ambiental clara; o pavimentar calles a diestra y siniestra con asfalto, un material impermeable que impide que el agua se filtre al subsuelo. Esto provoca acumulación de agua en la superficie, y si el drenaje no da abasto —o está tapado por basura—, los encharcamientos son inevitables.
Y sí, entendemos que no hay dinero que alcance, pero existen soluciones sustentables, como los pavimentos permeables, que permiten la infiltración del agua en el suelo, reduciendo la escorrentía y las inundaciones. Sólo falta voluntad… y visión.
La verdad es que aquí no hay inocentes. Ni el gobierno puede lavarse las manos, ni nosotros como ciudadanos podemos seguir con el discurso de “yo pago impuestos, que lo arreglen ellos”.
En esto, todos tenemos parte del charco.
Y si no queremos seguir nadando en él, más vale que cada quien tome su responsabilidad y se ponga las botas —no solo para la lluvia, sino para participar activamente en la solución.
Si realizamos una evaluación sincera ¿usted está siendo del equipo del diablo o de la política?