La seguridad una burla
Por Karla Rosillo
La seguridad y la salud son dos aspectos fundamentales en la vida de cualquier ser humano. En una escala del 1 al 10, todos quisiéramos estar siempre por encima del 8, en ambos rubros. La salud, sin duda, es una responsabilidad que asumimos de forma personal, consciente y directa: nos toca cuidarla y hacer lo necesario para mantenernos bien.
La seguridad, en cambio —y especialmente la seguridad ciudadana— es un asunto que decidimos poner en manos de quienes, se supone, saben del tema. Lo hacemos con el voto. Pero eso no nos exime de cuidar nuestras rutas, de evitar ciertos barrios, de mirar el reloj antes de salir y, por supuesto, de proteger nuestro patrimonio. Hoy más que nunca, ese cuidado incluye gastos no contemplados en ningún presupuesto familiar.
La sociedad sanjuanense sufre los estragos de una MALA SEGURIDAD. Así, con mayúsculas. Y hay que decirlo fuerte y claro, aunque a nuestras autoridades les incomode. Porque sí, es un foco rojo en la percepción ciudadana. Esa misma percepción que cobra factura en las urnas.
Ahora bien, ¿es totalmente su responsabilidad? Pues sí. La seguridad ciudadana es su obligación. Les corresponde asumirla, atenderla y responder por ella en todo momento.
Desde hace semanas hemos documentado en este mismo medio los casos de robos —“menores”, según la autoridad— en la colonia Nuevo San Juan. Robos que, aunque no siempre se denuncian, no es por falta de interés ciudadano, sino por el hartazgo frente a un sistema de justicia que da risa: policías que no llegan, fiscalías que no actúan y Derechos Humanos que parecen más interesados en defender a los “malosos” que al ciudadano despojado, asustado… y ahora entrado en gastos por intentar recuperar lo suyo.
La zona oriente de la ciudad está llena de llamados de auxilio. Y sin embargo, la pregunta recurrente de la autoridad es: ¿Ya denunció?
Sí, claro. Pero… ¿y ustedes ya actuaron?
Hace unas noches, los vecinos de Prados del Oriente —que ya se organizan para cuidarse entre ellos— fueron víctimas nuevamente. Y cuando los policías llegaron, respondieron con preguntas que ya sabían, preguntas que son una burla, y además echándose la papa caliente con la fiscalía. Porque no se trata solo de cosas materiales. Lo que se roban es la tranquilidad.
Y yo no sé si a ustedes, autoridades, alguna vez se les han metido a robar mientras están en casa.
No sé si alguna vez un ladrón los ha hecho temblar de miedo y rabia al intentar irrumpir su privacidad. Pero yo sí entiendo a esos vecinos. Lo he vivido. La impotencia, el coraje, las ganas de toparse con el ladrón y hacerlo pagar.
Finalmente —y no menos importante— ofrezco una disculpa por la ausencia de esta columna. Como dije al principio, la salud y la seguridad de uno y de los suyos no se negocian. Y justo esas fueron las razones de esta necesaria pausa.
La pregunta sigue en el aire:
Entre el Diablo y la Política… ¿qué calificación le pone usted a la seguridad en San Juan?