Querétaro: edición memorama
Por Karla Rosillo
Híjole… es complejo, muy complejo hablar de las sucesiones familiares, sobre todo de aquellos que van recorriendo un camino desde el “privilegio” de que su padre o madre ya lo trazaron antes.
Y es que más allá del apellido, lo que realmente pesa es cargar con la expectativa popular, esa que dice: “su papá era mejor”… sin siquiera haber comenzado.
Hace unos días, la mayoría de los queretanos que navegamos por las redes sociales nos topamos con las nuevas cuentas de Pancho Domínguez Castro, hijo del exgobernador de Querétaro. Y sí, el hijo de un político de carrera —no a la carrera— que supo marcar posturas claras, sin medias tintas: en lo nacional, lo estatal, lo local y hasta en su propio partido. Un sello muy de Pancho… aunque también con sus asegunes, porque aquí no venimos a aplaudir como foca a nadie.
Lo cierto es que, en lugar de caer en comparaciones innecesarias, quizá valdría más la pena observar el camino que podría construir (con ayuditas, claro está) Panchito. Porque con tiempo, buena escuela y menos prejuicio, podría ser un buen cuadro político para el futuro.
Mientras tanto, en el PAN ya se tiraron las cartas —aunque todavía nadie enseña la mano—. Marco del Prete, Agustín Dorantes, Felifer, Chepe Guerrero y Luis Nava están en modo «casting político», buscando prender ánimos más allá de los likes o las encuestas. La guerra de bardas ya pasó, ahora la batalla es territorial: hay que caminar, mostrarse, jalar estructura, porque las redes ya no son solo para presumir logros, sino para acercarse a la gente… esa que vota.
Y mientras tanto, al partido ya le toca mover sus piezas. Martín Arango anda en lo suyo, activando estructuras. Este fin de semana se le vio en Amealco; no sabemos si Rosendo Anaya quedó del todo contento con la convocatoria, pero sí algo es seguro, es que es hombre de retos… y de territorio. Muy querido en su tierra, por cierto.
El desafío de cara al 2027 no es menor. La obsesión generalizada es clara: que no entre Morena. Aunque eso signifique que el PAN siga gobernando, y aunque eso implique que solo se barajen las mismas cartas de siempre. Un juego de memorama donde cambian los puestos, pero no los jugadores.
Y entonces la pregunta incómoda regresa:
Entre el diablo, la política y los mismos de siempre… ¿usted con quién se queda?