Día Naranja y Agotamiento Crónico
El 25 de noviembre no es un día cualquiera, es el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, conocido popularmente como el Día Naranja. Un día para visibilizar y concientizar.
La jornada es doblemente relevante. Por un lado, tenemos la liturgia política: la Secretaría de Gobernación y la CONAVIM lograron que los 32 gobernadores de la República firmaran un acuerdo para refrendar el compromiso de erradicar la violencia de género.
Por otro lado, tenemos la cruda realidad local. Es innegable que Querétaro avanza en economía, pero que, según cifras oficiales, lidera la violencia contra la mujer en el país. El Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP) ubicó a Querétaro en primer lugar nacional por la tasa más alta de presuntos delitos de violencia familiar por cada cien mil habitantes. Un acuerdo es solo una foto, si la realidad en casa es el infierno.
Resulta francamente utópico que en muchos espacios se busque la igualdad y la no violencia, mientras se minimiza la carga mental que también resulta una falta de respeto estructural.
Ahí reside la trampa: la explotación disfrazada de empoderamiento. A las mujeres se nos exige ser multitask –la falacia de la productividad más grande que existe–, un concepto elegante para decir: «tú puedes con eso y más».
El patriarcado nos impone la exigencia asfixiante de ser todo a la vez: manager y ejecutiva, resolviendo negocios y gestionando emociones, y al mismo tiempo, mamá, hija, esposa, administradora de finanzas, cuidadora, y por supuesto, no descuidar el físico.
Esta exigencia es, en sí misma, una forma de violencia. El resultado de vivir bajo este fraude de productividad no es el éxito, sino el agotamiento crónico y la ansiedad que nos roban la salud.
Pareciera que tenemos condicionado lo que hemos luchado y ganado con un «Ahora demuestra que puedes».
La violencia de género no solo se mide en golpes o en las cifras rojas que lidera Querétaro, sino en la exigencia asfixiante que nos impone el sistema patriarcal.
Entre el diablo y la política… ¿de qué sirve ganar en cualquier espacio, si se pierde la calma?
