Escribe:-Edilzar Castillo
Aprendí a vivir solo desde muy temprana edad, así conocí de la vida su realidad, sus limitaciones, padecí hambre aguda, pero a base de perseverancia se solventaron esos retos. Hoy la situación no es diferente, ya hay sustento, pues aún sigo luchando.
Esa mañana, en una colonia de San Juan, estaba parado en la puerta viendo hacia la calle, el deambular de las personas, la mayor parte ofertando productos; apareció esa mujer, edad madura, cabello hirsuto, tez maltratada por el sol, era evidente el dolor escondido, cargaba en su espalda, un gran canasto el cual estaba lleno de flores frescas, por su rostro se deslizaban copiosas gotas de sudor, hubo un diálogo conmigo mismo, me dije, quizá hoy muy temprano ella misma las recogió, tal vez las lavó, con esos pasos lentos las trajo a vender hasta aquí, me gustaría que ya no siga caminando por esas indiferentes calles, nada más por eso le voy comprar varios manojos de sus flores”. Él pensó otra vez, debemos ser justos.
¡Ah, y porque me encantan las quesadillas de flor de calabaza!