En mi niñez
mi lábil memoria
exenta de temores
y remordimientos,
sustentaba el gozo
de mi infancia.
Fueron mis años primeros
una pueril y feliz historia
inspirada en bellos sentimientos
que aun sin riquezas ni abundancia
estuvo colmada de gratos momentos,
de lluviosos paseos familiares,
de locas aventuras imaginarias,
de vivencias confortantes
lúdicas, secretas y asombrosas,
de horas de oración y recogimiento,
de infinitos y solitarios instantes
repletos de lecturas fabulosas.
Mis años de inocencia trascurrieron
sin los pensamientos angustiantes,
de los adultos, por el mañana incierto,
y sin la carga de un pasado no muerto
que limitara mis días fascinantes.
Por ello, quisiera, ya anciano,
volver a ser como un inquieto niño,
para que mi mente ausente
borre el pasado vivido
y solo recuerde el día presente.
Y como recién nacido
viva lo reciente
e ignore lo ocurrido
en el ayer.
Y que el gozo del momento actual
sea el placer de estar vivo
cada amanecer.