Por Arturo Maximiliano García
Una de las escenas que más ha dado que hablar en el contexto político y económico en la toma de posesión de Donald Trump como Presidente 47 de los Estados Unidos, (anteriormente había sido ya el 45), fue el ver, en los lugares que comúnmente eran para la familia, gabinete entrante y políticos destacados de la Unión Americana, ahora a los empresarios más ricos del mundo, coincidentemente todos americanos, por nacimiento o por naturalización, Jeff Bezos, Mark Zuckerberg y Elon Musk. La interpretación que muchos han hecho es la relevancia del poder económico para la administración Trump, pero no es necesariamente ese el principal rol de estos multimillonarios en el futuro de su país y del mundo.
Multimillonarios cercanos a los mandatarios estadounidenses ha habido muchos, pero es difícil encontrar un presidente electo y en funciones que haya dado tanto espacio en aparador a estos como lo hace ahora Trump, con tres empresarios que combinando su valor de capitalización de mercado, comparado con el GDP de las naciones, serían por sí mismos mucho más grandes que África, Latino América y el Caribe juntas, pero si quisiéramos llevar esto a la tabla comparativa más exhaustiva encontraríamos que serían más grandes que prácticamente la gran mayoría de los países del mundo.
Y aun así, no ha sido sólo estas extraordinarias fortunas las que los han hecho entrar en el círculo más cercano de la Casa Blanca, Musk incluso encabezando una dependencia cuya tarea será rediseñar la administración pública federal para hacerla más eficiente, sino que la conveniencia de tenerlos cerca es su impresionante influencia mundial en las comunicaciones, sus bases de datos, su capacidad de penetrar en el pensamiento de miles de millones de personas a través de las redes sociales, de ser punta de lanza en la industria aeroespacial y por su red satelital, particularmente la de Space X de Elon Musk, que ya fue fundamental y factor suficiente en la guerra entre Ucrania y Rusia, como para pedir que no interviniera en favor de ninguna, esto a partir de dotar de internet en una primera etapa a Ucrania, pero que luego su infraestructura sería útil para los contrataques ucranianos y en lo que Rusia pediría a la empresa neutralidad.
Tan importantes son las redes sociales y su capacidad de influir entre sus cientos o incluso miles de millones de usuarios, que una de las disputas de seguridad nacional con las que sale el Presidente Biden y entra Trump es la prohibición para que Tik Tok siguiera operando en Estados Unidos, si no accede a vender la mayoría de sus acciones a capital estadounidense, lo que hasta el momento ha quedado en suspenso toda vez que el Presidente Trump ha dado una extensión del plazo para cumplir con esta condición y ha permitido que opere normalmente.
Trump un líder muy controvertido, pero claro de lo que implica tener poder y herramientas para ejercerlo, necesita estar cerca de estos magnates y sus empresas, más que sólo por su valor en dólares. La nueva competencia internacional y factor de dominación es precisamente la tecnología y a través de esta las nuevas formas de generar revoluciones culturales y tener presencia a lo largo del planeta. A su vez estos magnates saben que el poder regulador del gobierno es real y toda vez que ellos mismos están en una lucha a lo largo del mundo para poder seguir desarrollando sus productos y servicios con la menor intervención de los gobiernos, tener a la administración federal de Estados Unidos como aliado y promotor de sus desarrollos empresariales, entre ellos la inteligencia artificial, es una contraprestación lo suficientemente interesante como para aliarse con Trump.
Las nuevas armas para imponer hegemonía a lo largo del mundo estaban presentes en la toma de protesta presidencial, el poder de Estados Unidos que vía su gobierno, su ejército, sus aranceles y sus empresas tecnológicas quiere volver a ser dominante y expansionista, en todas las formas posibles, para lo cual, estos tres hombres son determinantes.