Bitácora 678.-
#Eduardo Gálvez Ruz
En estos últimos días uno de los temas que más se han tratado es el regreso a clases. Las cuales se iniciarán en agosto, “llueva, truene…”, o sea me vale mad…, las chamacas y chamacos tienen que acudir a la escuela.
Hay quienes están de acuerdo con esta decisión, con un sinfín de argumentos que van desde “de acuerdo a estudios que tenemos en nuestro poder” y que señalan que es necesario y urgente el regreso a clases presenciales, porque los niños y jóvenes están desesperados. O, “ya los docentes quieren estar con sus alumnos”, este es un punto muy cuestionable.
Y también está el otro grupo que manifiesta su preocupación por la posibilidad de contagios por Covid 19 o su variante Delta hacia sus hijos, sobre todo, considerando que la tercera ola de contagios se ha incrementado.
En un análisis, ambas posturas tienen validez. Por una parte, es cierto que los educandos han vivido una época muy compleja en cuanto a la convivencia social; la sociabilización que se genera en los planteles educativos y que para esta generación ha sido muy limitado. La relación entre las alumnas y alumnos se ha visto fragmentada o nula por completo, niñas y niños sin amigos o compañeros, y una relación con sus maestros impersonal y completamente distante.
La preocupación del padre de familia por la seguridad de sus hijos, es grande. El desarrollo de la pandemia al alza, es una realidad. Diariamente se informa que el Covid 19 y su variante Delta, contagia a personas de cualquier edad, pero en estos momentos se ha detectado que los contagiados son en su mayoría menores de 18 años, es decir, niños, niñas y jóvenes.
No se vale que las autoridades tomen a la ligera los riesgos de salud que puedan afectar a nuestros niños y jóvenes, y menos si esas decisiones son por caprichos o conveniencias políticas.
Las autoridades educativas, para deslindarse de su responsabilidad, generaron un documento que deben firmar los padres de familia. Esto es una aberración, las autoridades deben asumir su papel de responsabilidad sin buscar a quienes culpar. Incluso el Presidente de México dijo desconocer y descalificó a quién o quiénes decidieron elaborar el citado documento, aunque este papelucho le fue dado a conocer en una de las mañaneras de la semana pasada por la Secretaria de Educación. Descalificación total a la autoridad educativa nacional.
Como parte de los cuidados de salud se pide que los alumnos deben lavarse las manos constantemente; cómo se puede realizar esta acción si en algunas escuelas se carece del servicio de agua. Se debe aplicar gel antibacterial, las pregunta son: ¿habrá suficiente dotación del producto para todos los alumnos, en todos los salones y en todo momento y quiénes absorberán este gasto?
¿Qué va a suceder con aquellos niños cuyos padres se muestren renuentes al uso de cubrebocas y por lo mismo, llevarán a sus hijos sin éste? O, si se les obliga a que cumplan con este medio preventivo y comiencen con sus “voy a derechos humanos o derechos del niño” para hacer denuncias. A esta gente hay que convencerla de su responsabilidad, difícil y complicado, pero hay que intentarlo.
No se trata de que la autoridad tome decisiones desde un templete o atrás de un escritorio, deben obrar con sensatez. La situación del contagio está a la alza, un vocero del gobierno federal, acaba de señalar que dentro de 3 semanas los contagios empezarán a disminuir, mientras tanto que el pueblo bueno y sabio se joda con todo y sus hijos.
La Rectora de la UAQ pone el ejemplo de su preocupación del cuidado de los alumnos universitarios y de la niñez queretana, al solicitar a las autoridades que analicen el regreso a clases, pidiendo esperar dos meses en espera que baje la tercera ola de contagios.
El fin de semana pasado, en el Estado, se dieron 602 nuevos contagios y 22 fallecidos, reporte de la SESEQ. Con esta información, es de esperar que las autoridades reflexionen sobre los riesgos del regreso a clases presenciales. Hay que escuchar a maestros y padres de familia, ellos son quienes realmente saben lo que acontece.