Considerar o percibir que las características corporales, culturales o de cualquier otra naturaleza que enriquecen la diversidad de la especie humana, permiten definir como superior o subalterno a un ser humano, es racismo; por otra parte imaginar siquiera que la posesión de bienes materiales posibilita que un ser humano sea mejor que otro, es clasismo, ambas representaciones culturales segmentan, segregan o polarizan a las poblaciones y sociedades humanas.
En México las raíces del racismo, del clasismo y en consecuencia del segregacionismo, tienen raíces profundas y se verifica en todos los ámbitos de la vida nacional: en lo político, en lo científico-cultural, en lo económico, en lo relacional, en la vida doméstica, incluso en la selección de especies vegetales para jardines públicos y privados. Pero tal vez, es en el lenguaje donde se verifican las concepciones racistas, clasistas y socialmente polarizantes: “indio pata rajada”, “chacha”, “gata”, “naco”, “chairo”, “gordo”, “feo”, “prieto”, “chaparro”, “tienes que ir a la escuela para ser alguien en la vida”, “huarachudo”, “bajas del cerro a tamborazos”, “mira que niño tan lindo, es güerito”, todas las cuales deberían sufrir la condena social, sea o no aplicada directamente.
Otro aspecto invisible del apartheid mexicano es la señalización de que la pobreza es causa de contaminación, de la escasez de recursos, que los pobres son ignorantes, que son pobres porque quieren, ya que son flojos, que la pobreza causa sobrepoblación, que los pobres no se bañan y en consecuencia apestan.
Por otra parte el racismo tiene dos facetas, la desvalorización de un ser humano sobre otro y la autodesvalorización, esta última se verifica cuando el individuo desprecia sus características corporales, el origen de sus padres y desea blanquearse en todos los aspectos, sea en la piel, el cabello, la dentadura, la vestimenta, su asistencia a determinados lugares que son símbolo de lo blanco.
Para allanar el camino a una relaciones equitativas, además de condenar el racismo político, económico, debe rechazarse el racismo relacional, cultural, académico, religioso o de cualquier otro tipo. Así como deben ser rechazados los roles de género, de la misma forma debe impedirse que se asignen actividades de acuerdo a las características de un cuerpo o por el orígen de la persona.
Las causas del racismo deben ser eliminadas mediante procesos que faciliten el acceso de todas las personas a la cultura y al conocimiento humano, promoviendo el bienestar económico y la equidad social y de género, el racismo no puede, o mejor dicho, no debe ser combatido con acciones violentas, pero sí con la crítica y la condena. La causa principal y fundamental del racismo, el clasismo, del Apartheid y todo segregacionismo, son las sociedades de clases, por ello la única y definitiva forma de eliminar estas taras humanas, es construyendo un nuevo modelo de desarrollo humano, donde el centro sea el ser humano en relación armónica con sus semejantes y la naturaleza.