Por Jerónimo Gurrola Grave
Como cada tres o seis años en que hay elecciones de autoridades locales o federales incluida la presidencia de la república, los candidatos de los distintos partidos hacen su mejor esfuerzo por conquistar al electorado. Entre los candidatos hay de todo, bien intencionados, trabajadores y honrados que buscan los puestos para contribuir en el progreso y el desarrollo de la población de sus municipios, estados o del pueblo en general. no faltan desde luego, quienes ven la política como negocio, como la oportunidad para salir de pobres a costa del trabajo de los mexicanos.
Tampoco faltan los ingenuos que creyendo que la luna es queso, sin padrinos ni dinero aspiran a un puesto de representación popular. De los cinco candidatos a la presidencia de la república, según las encuestas publicadas, tres de ellos son los que tienen posibilidades reales de triunfar. Andrés Manuel López Obrador, Ricardo Anaya y José Antonio Meade, quienes cada quien a su manera y estrategias están haciendo sus propuestas de gobierno.
Llama la atención sin embargo la ligereza con la que todos se comprometen a resolver los males del país. El candidato de la coalición por “México al frente”, el panista Ricardo Anaya, por ejemplo, repite en todos sus discursos que propone una fiscalía que imparta justicia con autonomía e independencia para acabar con la corrupción y la impunidad; un gobierno en el que participe la ciudadanía en la toma de decisiones para acabar con el autoritarismo; combatir el crimen organizado y respetar los derechos humanos; crecimiento económico sostenido etcétera. Habla de justicia, acabar con la corrupción y la impunidad pero anda metido en líos por lavado de dinero en paraísos fiscales de todo el mundo. Cómo se explica? ¿Olvida además que el PAN ya gobernó a los mexicanos durante 12 años y resultó pan con lo mismo?
López Obrador, candidato de la coalición “Juntos haremos historia” propone entre otras ocurrencias como su “República amorosa”, la venta del avión presidencial que ni Obama tiene; negociar y sacar a los delincuentes de las cárceles a través de una amnistía; echar abajo las reformas económica y educativa para regresársela a su amiga Elba Esther Gordillo y la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CENTE), desaparecer el CISEN y el Estado Mayor; cancelar la construcción del Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México proyectado para generar muchos miles de empleos y entre muchas otras, un proyecto económico obsoleto llamado “Desarrollo estabilizador” aplicado por los gobiernos hace 60 años. Estas son, ciertamente, propuestas distintas pero peores. Cómo se explica que López Obrador proponga acabar con los corruptos a los que tanto acusó como Napoleón Gómez Urrutia, René Bejarano y muchos más llevándoselos a su gobierno? imposible.
José Antonio Meade en cambio, con amplia experiencia al desempeñarse dos veces secretario de hacienda, energía, relaciones exteriores y de sedesol en las pasadas administraciones, conocedor de la problemática económica de México y del mundo, hace propuestas concretas: garantizar alimento, educación, salud y trabajo a las personas que han sido apartadas de los beneficios del desarrollo; abatir la desigualdad y la pobreza extrema a través del fortalecimiento de la economía familiar; incrementar el ingreso de los maestros para tener en los niños y jóvenes una educación de calidad; oficiales bien entrenados, protegidos y pagados, con acceso a las mejores y más nuevas tecnologías; mantener a las Fuerzas Armadas en los lugares más conflictivos; retirar los bienes, armas y el dinero al crimen organizado; castigar los actos de corrupción y devolver el dinero “mal habido” a la sociedad y homologar el salario de las mujeres los hombres, etcétera.
Por esta razón el Movimiento Antorchista Nacional haciendo un minucioso análisis de los perfiles de los candidatos y sus propuestas decidió, como se hizo público el pasado 12 de abril en el estado de México ante más de 20 mil antorchistas, respaldar la candidatura de José Antonio Meade por considerar que los mexicanos necesitamos apostarle al progreso y al desarrollo de México. Mucha razón tienen quienes afirman que el partido que lo propone, el PRI, es el partido más odiado por los mexicanos por los actos de corrupción cometidos por muchos de sus funcionarios pero no podemos tirar el agua sucia de la bañera con todo y niño, los corruptos están en todos los partidos y si no preguntémosles a los otros candidatos de que han vivido y cómo han enriquecido. La mejor manera de evitar que este cáncer destruya nuestro país es con la organización y politización de los mexicanos.
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