Por El Hombre de Negro
Durante décadas, el mundo del rock ha estado rodeado de controversias, y una de las más persistentes ha sido la supuesta adoración satánica contenida en algunas canciones y portadas de álbumes. Desde los años 70 y 80, sectores conservadores, religiosos e incluso algunos gobiernos han acusado a bandas de insertar mensajes ocultos —conocidos como backmasking— para promover el satanismo entre los jóvenes.
Bandas como Led Zeppelin, Black Sabbath, AC/DC, Iron Maiden y Judas Priest fueron el blanco de teorías que aseguraban que al reproducir ciertas canciones al revés se escuchaban frases demoniacas o invocaciones ocultas. Incluso grupos más melódicos como The Beatles llegaron a ser señalados por supuestos mensajes subliminales en discos como Revolution 9.
Uno de los casos más emblemáticos fue el de Judas Priest, que en 1990 enfrentó un juicio en EE. UU. tras el suicidio de dos jóvenes, cuyos padres aseguraron que el álbum Stained Class contenía mensajes satánicos que los empujaron a quitarse la vida. La banda fue absuelta, y el caso abrió un intenso debate sobre la libertad de expresión, la interpretación musical y el pánico moral.
Para muchos músicos, estos rumores fueron más marketing involuntario que evidencia real. Ozzy Osbourne, señalado por letras oscuras, siempre negó una conexión con el satanismo. Rob Halford, vocalista de Judas Priest, declaró que era “absurdo pensar que una banda quisiera perder fans induciéndolos al suicidio”.
Hoy en día, muchos de estos señalamientos se consideran parte de una histeria colectiva que acompañó al auge del rock como símbolo de rebeldía juvenil. Lo que para algunos era peligroso, para otros era arte, metáfora, protesta o simple estética provocadora.