(Parte III)
Escribe.- Alejandro Núñez González
El desgarramiento de todos sus músculos y piel, crecimiento del pelo en todo el cuerpo, hinchazón de cejas y ojos, transmutación de nariz y boca en hocico y la aparición de grandes colmillos y dientes.
El dolor era tal que gritaba desesperado: ¡Ay! ¡Ay!, ¡Aahhhh!, ¡Grrrrrrr!, ¡Grrrrrrr!, ¡Oouuuu!, ¡Oouuuu!
Hasta convertirse en aullidos.
¡Aauuuuuuu!, ¡Aauuuuuuu!, ¡Aauuuuuuu!
Algún narrador contó que se escucharon hasta el centro aquella noche.
Era increíble cómo se desplazaba avanzando en dos o cuatro extremidades, de qué manera brincaba los automóviles y obstáculos, escalaba paredes y balcones, trepaba árboles, se ocultaba en los espectaculares, buscando en cada paso la presencia anhelada de esa, la primera víctima, su presa, que lo enloquecía.
Cuidando de no voltear a ver a la luna para evitar lanzar un aullido desolador.
Clarita cerró turno en la panadería, realizó el corte de la venta, supervisó que envolvieran en plástico las charolas con producto, la limpieza de hornos y batidoras, despidió a los últimos empleados recordándoles que no desesperaran ya que el próximo viernes cobrarían.
Depositó los billetes de la venta en la urna metálica blindada y giro la manivela para que cayeran adentro y con el cuidado de no atrapar uno de sus frágiles dedos, ese día el dueño partió temprano y la dejo encargada, ya la estaba considerando para ascenderla a gerente del negocio que se encontraba ubicado en calles aledañas al centro por el jardín Hidalgo cercano al paradero de autobuses por el mercado.
Clarita consideró colocar unas piezas de pan en una bolsa y pagarlas al día siguiente, pero cambio de opinión, apago las luces de la oficina y del área de proceso, revisó la bitácora sanitaria: “Sin problemas de plagas” dijo en voz alta y al tomar su bolso y su chamarra sintió escalofrío desde la espalda baja hasta la punta de la cabellera y un incipiente miedo, consideró la presencia de un ladrón, encendió y apagó las luces de nueva cuenta, el sonido de advertencia de la sirena de la patrulla de la policía la tranquilizó y aprovechó para huir con azoro, nunca había tenido una sensación como la de esa noche.
La patrulla espero a que terminara de colocar los candados en la cortina metálica y diera vuelta a la llave de la puerta, se despidió de ellos y caminó por las calles hacía el callejón de los autobuses.
Al acercarse al mercado volvió a sentir la presencia volteando de inmediato hacía atrás, sin saber que la persecución se realizaba desde las azoteas aledañas, aceleró el paso rumbo al terreno del estacionamiento de los autobuses y taxivan que en ese momento se encontraba vacío, tan diferente a la actividad matutina donde todos se pelaban por abordar algún tipo de transporte, y los choferes esperando a que se llenara su unidad.
Clarita no soporto más y grito ¿Quién anda ahí…?
El ataque fue inmediato, no dio opción a la alerta, brinco sobre ella, atacándola por la espalda, primero desgarró el hombro derecho, una enorme incisión en la cabeza y hombro izquierdo, los gritos de pánico se ahogaron al desgarrar los intestinos y al arrancar su corazón, la bestia lo tomó en su garra derecha levantándolo hacía la luna como en señal de ofrenda y profiriendo tres extensos aullidos que perturbaron el sueño del velador del mercado y la tranquilidad de algún vecino insomne.
Las primeras mujeres que salieron a comprar pan y leche gritaron de tal manera que inmediatamente llegaron dos policías en bicicleta quedando aterrados al ver el baño de sangre, el rostro irreconocible y a un lado una masa informe de lo que antes fue un corazón, el novato sabía de que se trataba e inmediatamente cayó desmayado, todos quedaron a la espera de la autoridad forense.